Este Blog es en homenaje a los que descansan en el Cementerio de Azul (Prov. de Buenos Aires, Argentina), que nos precedieron en el duro camino de la vida y que con su esfuerzo y dedicación contribuyeron a hacer grande a esta ciudad. Nació de la mano de Vicente Lencioni y hoy nos toca continuar su legado, siguiendo el principio que él se planteara al construir este sitio.
CEMENTERIO DE AZUL Homenaje a la majestuosidad de la muerte y a la síntesis histórica. La ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires, Argentina, rinde homenaje a la majestuosidad de la muerte, con una imponente escultura hecha en 1938, por el arquitecto e ingeniero Francisco Salamone. Esta escultura representa un ángel flamígero con una espada en las manos. Como dijo alguien, pareciera que estuviera marcando la frontera entre la vida y la muerte; además esta representando para los creyentes la esperanza de la resurrección. Entrando ya al interior del Cementerio encontramos dos cenotafios que rinden homenaje a los muertos de los dos grandes partidos políticos cuya ideología la podemos considerar fundacional de la Argentina moderna. Uno es en homenaje a los muertos en la Revolución Radical, de 1890 y el otro es en homenaje al Teniente General Juan Domingo Perón y a su esposa María Eva Duarte. Es como si esta Ciudad Cervantina, de profundas raíces Pampas, en la que hace años se señoreaban los pueblos originarios, tierra en que tantos desencuentros se produjeran, quiere ser hoy la heredad de la síntesis unificadora de tantos años de desencuentros.



A los desaparecidos de toda la tierra, de todas las épocas por distintos motivos, quienes con su sacrificio han hecho posible que "la muerte le enseñe a los vivos" a soñar con un Mundo lleno de respeto por las ideas del otro.

(José Vicente Cuenca Phd Departamento de Antropología Universidad Nacional de Colombia Santa Fé de Bogotá, 1994)


miércoles, 14 de julio de 2010

la poetisa de Azul



Momento
(La poetisa María Alex Urrutia Artieda)"
(Óleo sobre tabla - 0,45 x 0,35 m – 1952
Alberto López Claro,( Claudio Lantier)

Cruzando el peristilo del Cementerio Unico de Azul, nos encontramos un poco hacia la derecha del visitante un ciprés y bajo ese ciprés yace la poetisa de Azul Maria Alex, ella lo mando a plantar cuando sintió que la muerte la acechaba, quiso tener un lugar elegido para descansar por
la eternidad, asimismo escribió su epitafio que esta grabado en una lamina de bronce, el mismo fue escrito diez años antes de su muerte.


Caminante: Aquí dice Maria Alex;
mas no creas que yazgo en esta fosa;
pues apenas llegada, presurosa,
me trepé por la savia silenciosa
hasta el gajo más alto del ciprés.
Y allí estoy, caminante, allá en la altura
como ayer en la tierra y en el anhelo:
rodeada de pájaros y cielo,
encendida de canto y de dulzura



Fue una educadora, y escritora generaciones de Azuleños tienen la impronta de sus enseñanzas citaremos algunas de sus obras.

En 1938 publica su primer libro de poemas titulado Música Interior, por su fuerza interior y su rima, fue solicitada por la Biblioteca de Nueva York, a fin de incorporarlo a su patrimonio bibliográfico, desde entonces escribió y escribió hasta su muerte.

El último libro de nuestra poetisa fue MUJERES DE AQUELLA PAMPA, poemario ilustrado con bocetos de Doelia Alvarez, y dedicado a las primeras y valientes pobladoras de esta zona.
Colaboro, asimismo en el diario el Tiempo.
En su larga trayectoria como escritora y docente recibió numerosas distinciones loas que citaremos algunas de las recibidas
-En 1971 recibió el Premio Alma fuerte, otorgado por la Sociedad de Escritores de la Pcia. de Bs. As.; fue la primera vez que tal lauro se otorgara a una mujer
-En 1974, y por Decreto del 13 de Septiembre, el Poder Ejecutivo Bonaerense la consagró como Hija Benemérita de la Provincia, motivo por el cual viajó a nuestra ciudad el Ministro de -- Educación, Dr. Tomás Diego Bernard, quien le hizo entrega de una medalla de oro y un diploma.
-En 1975 la Biblioteca Popular de Azul la designó Socia Honoraria, y su querida Escuela Provincial Nº 2 la hizo, simbólicamente, depositaria de su llave

-Al año siguiente, la Intendencia Municipal declaró a su obra " LA PATRIA CHICA " como Poemario Oficial de Azul.

-Y en 1978, en un cálido homenaje que le realizan el Diario El Tiempo y la comunidad toda, fue descubierta en su casa de Int. De Paula (ex Uriburu) 474 una placa conmemorativa de los 40 años de la aparición de su primer libro, MUSICA INTERIOR.

Nuestra poetisa falleció el 15 de Octubre de 1982. Como reseñara Adriana Abadie en " Fotos y Letras ", su postrera voluntad está reflejada en el mármol de su propia tumba. Allí, casi en la entrada misma al cementerio municipal, y bajo la sombra del ciprés que resguarda su sueño eterno,

                                              María Aléx, la poesía hecha mujer



Por Eduardo Agüero Mielhuerry

Trabajo declarado de Interés Legislativo y Comunitario por el Concejo Deliberante de Azul.


En el siglo transcurrido desde que el Presidente de la Corporación Municipal, Federico Julián Olivencia, le impuso nombres a las 36 calles que tenía el pueblo -denominadas hasta entonces con números romanos-, y el decreto que denominó tres arterias en diciembre de 1979 (O’Connor, Obligado y Py), Azul se transformó y creció radicalmente.
Hacia 1888 la cuadricula del pueblo -pronto a ser declarado ciudad-, había crecido equilibradamente con la incorporación de ocho denominaciones establecidas mediante el Decreto N° 354 promulgado por el intendente Pedro Oubiñas, incluyendo el nombramiento de dos “avenidas”.
El deslumbrante siglo XX acarreó cambios e incorporaciones a la lista de calles azuleñas. Algunas perdieron sus primigenias denominaciones y otras surgieron gracias a la Ordenanza N° 782, del 18 de octubre de 1924, mediante la cual el Honorable Concejo Deliberante, por unanimidad, le impuso nombres a veinte nuevas arterias abiertas y/o rectificadas en su trayecto. El proyecto había sido presentado y tratado por una Comisión especial integrada por Eduardo Berdiñas, Gregorio Motti, Francisco Gilardoni y Pedro Guiraut. Días después, éste último, que era el intendente Municipal de aquel entonces, la promulgó.
En 1942, durante la administración del intendente José María Peluffo, se denominaron cinco avenidas, tres de las cuales fueron caracterizadas como “de circunvalación”, delimitando concisamente los que se creían iban a ser los límites de la ciudad. Sin embargo, como pronto fue evidente, Azul no se detuvo en su desarrollo.
Pasada la mitad del siglo XX, el crecimiento poblacional se vio acentuado, extendiéndose notoriamente la ciudad. Inclusive, el intendente Ernesto María Malére creyó que era conveniente modificar el método de denominación pasando a un sistema numérico. Sin embargo, los vecinos no se adaptaron al mismo y quedó implementado solamente para algunas calles que permanecieron sin nombre o se continuó usando a los fines catastrales.
La “Comisión Municipal de Investigaciones Históricas del Partido de Azul”, a cuyo frente se hallaba el historiador azuleño Vicente Porro -quien contaba con la incansable colaboración de la poetisa María Aléx Urrutia Artieda-, hacia 1956 planteó la incorporación a la lista de calles azuleñas de nuevos nombres, los cuales fueron propuestos a sabiendas del significado que los mismos acarreaban para la historia lugareña. En consecuencia, mediante un Decreto-Ordenanza del 12 de noviembre de 1956, firmado por el comisionado Guillermo Rodolfo Sarmiento, se le impusieron nombres a quince nuevas calles de la ciudad.
Años más tarde, continuando con los cambios y algunas incorporaciones, llegaron dos nuevas denominaciones al ejido azuleño, Juan Bautista Justo y Carlos Pellegrini, dos personalidades de peso en la política nacional que marcaron indudablemente nuestra historia. Ambos nombres fueron impuestos durante las administraciones de los intendentes Pedro Armando López y Julio Villanueva.
            Al iniciarse la década del ’70, Azul vivió una interesante etapa de expansión en una época compleja. La primera nueva denominación que apareció por entonces en la cuadricula urbana fue General Martín Miguel de Güemes (Decreto del 14 de junio de 1971). Luego fueron bautizadas las calles: Perú, Ecuador, Colombia, Guyana, Venezuela, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, Chile, Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia (Decreto del 9 de junio de 1972); Manuel Chaves (Ordenanza N° 147 del 5 de septiembre de 1974); Maestras Azuleñas (Ordenanza N° 271 del 21 de julio de 1975); Tierra del Fuego y Antártida Argentina (Ordenanza N° 362 del 23 de septiembre de 1976).
Como marcamos al comienzo, el 16 de diciembre de 1979 -un siglo después de aquél decreto fundamental de marzo de 1879-, otro decreto, en este caso el N° 441, marcó el cierre de un ciclo con la incorporación de nombres tales como Teniente de Marina Eduardo O´Connor, Teniente Coronel de Marina Erasmo Obligado y Comodoro de Marina Luis Py.
            Empero el crecimiento de Azul no se detuvo y, finalmente, en la década del ’80 aparecieron nuevos nombres reemplazando a otros (ya analizados) y dos nuevas denominaciones: Cruce de los Andes y María Aléx Urrutia Artieda. Ambas surgieron en dos barrios que por entonces se hallaban en pleno desarrollo: San Martín y Santa Elena, respectivamente.
El intendente Ernesto María Malére había promulgado el 11 de julio de 1953 la Ordenanza N° 18 (disposición sancionada por el Concejo Deliberante el día 8) mediante la cual se enumeró del 1 al 59 a las calles paralelas a la Avenida Intendente Juan José Mujica (que le correspondía el 1) y del 60 en adelante desde la primera arteria paralela a la Ruta Nacional N° 3. Dicha disposición no tuvo aceptación en la comunidad, pero se la continuó empleando a los fines catastrales.
Como se dijo, mediante el Decreto N° 441, redactado para el 147° aniversario de la fundación de Azul y rubricado por el intendente de facto coronel Carlos Manuel Ricardes, la Calle N° 58, entre Necochea y Moreno (actualmente denominada Av. Bidegain desde su intersección con la Av. Urioste hacia el Sur), recibió el nombre de Teniente de Marina Eduardo O’Connor. En los tramos restantes, la calle preservó su numeración hasta los años ’80 cuando, por iniciativa del concejal Miguel Ángel Duca, recibió hacia el Oeste, puntualmente en el Barrio Santa Elena, el nombre de María Aléx Urrutia Artieda. La disposición correspondiente fue aprobada mediante la Ordenanza N° 771 del 21 de julio de 1989, la cual fue rubricada por el presidente del Concejo Deliberante, Dr. César Luis Martínez y la secretaria del cuerpo, María Inés Etchevers de Aguilar.
Dentro de los considerandos de la Ordenanza se destaca: “Que la escritora María Aléx Urrutia Artieda estuvo por siempre dedicada a enseñar y escribir buscando en los orígenes de Azul a las personas que, con su esfuerzo, hicieron posible que en medio de la Pampa naciera nuestra ciudad; Que hablar de María Aléx en la Provincia de Buenos Aires es hablar de Azul; Que prestigiosos poetas y escritores la mencionen en sus libros y poesías; (…) Que tuvo participación en la Comisión de Cultura Municipal, Maná, Horizonte, Banco de Becas, Biblioteca Popular; (…) Que es justicia hacer perdurar en el tiempo los nombres de las personas que, como María Aléx, no sólo se destacaron sino que dedicaron su esfuerzo a elevar el nivel cultural de Azul.”.
María Alejandra Urrutia Artieda nació el 27 de febrero de 1903, en el paraje “La Protegida”, en el Partido de Azul. Sus padres fueron Martín Urrutia (nacido en Bilbao, España, en 1864) y Emilia Artieda (nacida en Buenos Aires en 1877, hija de Manuel y María Apestegui, español y francesa respectivamente). Tuvo diez hermanos: Martín Sixto (murió a los 20 años, cuando estudiaba Derecho), Sara Alida, Raquel Mercedes (Sole), Beatriz (Bea), Ermelina (Gelo), Carlota Elida (Tita), Arturo Héctor, Mario, Helva Stella (Chuqui) y Emilio.
“Janny” -como era cariñosamente apodada María Alejandra en su círculo íntimo-, vivió su infancia en la zona rural, en torno al almacén familiar “La Protegida”, donde supo asimilar con amor y fervor las historias de malones y milicos, de gauchos y naturaleza que años después marcarían su obra literaria.
Con el gran esfuerzo que implicaba viajar desde la zona rural hasta la ciudad -hospedándose muchas veces lejos de su familia-, cursó los estudios primarios en la Escuela N° 2, ubicada en la calle Burgos entre Alsina (actual H. Yrigoyen) y Belgrano -donde actualmente se halla la Plazoleta Coronel Pedro Burgos -, establecimiento conocido por entonces como “Escuela ‘de Islas’”, pues allí se desempeñaban cuatro maestras de este apellido.
Realizó los estudios secundarios en el Colegio Nacional, en el que fuera el edificio primigenio de la institución -propiedad de la familia Zapata-, en la calle Burgos entre Córdoba y Tucumán (entre las actuales Int. Dr. Malére y Dr. Bogliano, respectivamente). Por entonces el establecimiento estaba bajo la conducción del profesor Víctor M. Herrera y resultó uno de los maestros dilectos de María Alejandra el profesor Reynaldo Marín.
En algún cuadernillo o en alguna hoja suelta, en algún incierto momento, en tinta presurosa o absolutamente calma, nació un primer poema, un verso arrancado a la mismísima inspiración. Un día, Janny se convirtió definitivamente en María Aléx.
Una vez concluido el secundario, María Aléx viajó a La Plata -donde vivía parte de su familia materna, quienes la hospedaron cálidamente-, para iniciar sus estudios en el Profesorado de Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Allí fue una alumna brillante, educada por destacados docentes como Carmelo Bonet, Arturo Marasso, Rafael Alberto Arrieta, Arturo Capdevila, entre otros destacados catedráticos.
En aquellos años de incesante aprendizaje y de afanes juveniles, María Aléx comenzó a cosechar elogios a través de sus primeras colaboraciones en el diario “La Razón” y las revistas “Mundo Argentino” y “El Hogar” de alcance nacional.
En la década del ’30, cuando culminó su carrera, retornó a nuestra ciudad para abocarse apasionadamente a la docencia en el Colegio Nacional “Esteban Echeverría” y en la Escuela Normal “Bernardino Rivadavia”.
En los primeros años de vida del diario “El Tiempo” -nacido el 9 de julio de 1933-, María Aléx comenzó a colaborar con frecuencia dejando preciosos fragmentos de su talento entre sus páginas, involucrándose asimismo con las diversas actividades culturales de la ciudad. Entre 1938 y 1939 dirigió el suplemento literario del Diario, trabando amistad con su director, el doctor Carlos A. Ronchetti.
Para entonces, ya compartía una intensa amistad con otro paladín de la cultura local, el doctor Bartolomé José Ronco, quien en su dilatada trayectoria gestó diversos proyectos culturales para los cuales contó con la participación de la afamada poetisa. De hecho, María Aléx formó parte del cuerpo de docentes de la Universidad Popular “José Hernández” -emplazada en el edificio que actualmente ocupa la Facultad de Derecho en la calle Bolívar entre Burgos y De Paula-, fundada por el filántropo coleccionista cervantista y hernandiano, en la cual dictó gratuitamente y durante cuarenta y cinco años clases de Castellano, Ortografía, Redacción y Selección de Textos.
María Aléx fue una mujer de fuerte carácter, pero por demás cordial, que dejó para esta tierra decenas de palabras emanadas del corazón ardiente de quien su nombre fue poesía en sí mismo.
Integró el grupo fundador de la Agrupación Artística Maná y fue, durante muchos años, miembro de la Comisión Directiva de la Biblioteca Popular de Azul (hoy “Bartolomé J. Ronco”).
Con su mirada tierna y una pluma vehemente, María Aléx canalizó en letras como nadie el amor, el amor por Azul, por su gente, por su historia y sus desventuras. Su primer libro de poesías “Música Interior” (1938), fue solicitado por la Biblioteca Pública de Nueva York por su calidad literaria para ser incorporado a su patrimonio bibliográfico. Figura además con mención de honor para la creación poética femenina en la Exposición permanente bibliográfica de Cuba. Y se lo incluyó también en una antología poética de Alemania.
Dos años después publicó “Brujerías” (Poemario de la Andanza).
En 1946 editó “Poemas” y un ensayo sobre Antonio Machado, el cual fue impreso para la serie “Cuadernos de Azul” de la Biblioteca Popular.
El 30 de abril de 1947, su estimado amigo Bartolomé José Ronco, publicó en el diario “El Tiempo” un artículo titulado “Un gran acontecimiento”, en el cual anoticiaba a la comunidad de que el eminente escritor inglés sir Eugen Millington Drake, que había estado dos años antes en Azul, había concluido su programa de Poesías de las Provincias Argentinas y que habiendo conocido los dos poemas de María Aléx titulados “Dar” y “Pequeña cosa”, los había recitado en varias oportunidades en Londres y París (en el Departamento Hispánico de la Sorbona).
En mayo de 1948, en el Cine Teatro San Martín, se le rindió un cálido homenaje al doctor Ronco, quien también demostró con su trayectoria el profundo amor que sentía por Azul. En la oportunidad, María Aléx pronunció palabras de su autoría, las cuales quiso el destino que se mantuvieran preservadas en un pergamino que no tuvo ninguna difusión más que en aquella ocasión:

Mensaje cordial para el Dr. Bartolomé J. Ronco: Y dijo el corazón: “Él es mi amigo. / Yo lo siento y lo quiero. Está conmigo/ como el astro y la rosa. Yo lo quiero/ porque sabe del lírico sendero/ del Ensueño y el Bien y la Belleza, / donde todo es verdad, todo pureza, / en el íntegro afán y en el desvelo/ de cambiar esta tierra en claro cielo…/ Yo lo siento en mi vida, en mi latido, / en mi hondo anhelar estremecido, / y lo sé entre los sueños de mi andanza/ con la luz de la fe y la esperanza…/ Yo lo siento y lo quiero. Está conmigo/ como el astro y la flor, y lo bendigo por la gracia celeste y la ventura/ que dejara en mi senda su dulzura". / Y calló el corazón. Pero al instante, / sobre el pecho dolido y palpitante, / en dulcísima ofrenda silenciosa/ asomó, toda trémula, una rosa…/ Una rosa pequeña y encendida: / mi profunda ternura agradecida.
Mediante el Decreto-Ordenanza del 12 de noviembre de 1956, firmado por el comisionado Guillermo Rodolfo Sarmiento, se le impusieron nombres a quince nuevas calles de la ciudad. La disposición fue promulgada el 27 de diciembre del mismo año a través del Decreto N° 23.777/56 de la Intervención Nacional y recién se hicieron efectivas las imposiciones el 3 de enero de 1957.
Las denominaciones fueron propuestas por la “Comisión Municipal de Investigaciones Históricas del Partido de Azul”, a cuyo frente se hallaba el historiador azuleño Vicente Porro, acompañado fervientemente por María Aléx.
Sin lugar a dudas, ella fue quien propuso buena parte de los nombres que finalmente se impusieron, dada su acentuada pasión por la historia lugareña. Las nuevas denominaciones elegidas fueron: De las Postas, De los Fortines, De las Carretas, Misia Magdalena Barranco, Comisario Luis Aldaz, Fuerte Federación, Francisco Mesura, Darhanpé, Martín Abeberry, Miguel Ituarte, De los Agrarios, San Serapio Mártir, San Carlos, De las Cautivas y General Manuel Escalada. Para postular cada uno de estos nombres, se escribió un fundamento –presentado en el decreto- en el que se evidencia la pluma de la poetisa, quien tampoco dudó en plasmar en sus libros poemas dedicados a dichas arterias, bajo los títulos “Calle Sargenta Barranco”, “Calle de las Carretas” y “Calle de las Cautivas” entre otros.…
Fue una integrante fundamental de la Comisión Municipal de Cultura integrada por destacadas instituciones azuleñas como la Agrupación Artística Maná, Centro de Instrucción Cívica “Mariano Moreno”, Biblioteca Popular “Bartolomé J. Ronco”, Centro Cultural Horizontes, Universidad Popular “José Hernández”, Centro Cultural Cervantes, Centro del Magisterio “Domingo F. Sarmiento”, Centro Universitario Azuleño y Foto Club Azul.
En 1958 nació su tercer libro, “Cantos”, compuesto de treinta y tres poemas donde reaparecieron en tonos cada vez más depurados sus sueños, dejando improntas serenas y traslúcidas, de alto vuelo lírico, derivadas de las sugestiones de su solar nativo. Esta obra fue ilustrada por su estimado amigo Santo Glorioso.
El Centro Numismático “Bartolomé Mitre”, prestigioso órgano cultural de Azul le dedicó en 1963 su “Primer Cuaderno Azuleño”, donde ella volvió a retomar la exaltación lírica de su terruño publicando ocho poemas bajo el título “Cantos de la Patria Chica”, todos de particular belleza.
Su antología poética, llamada “Ayer iluminado”, se conoció en 1968; también apareció de su autoría una semblanza de Francisco López Merino.
El último libro de María Aléx fue “Mujeres de aquella Pampa”, dedicado a las primeras valientes y abnegadas pobladoras de esta zona, madres o esposas que resignaron la calma para acompañar a sus hombres en las luchas de las fronteras.
De sus diversas colaboraciones en diario local sobresalen sus “Apuntes Histórico-Líricos de Azul”, publicados en 1968, en los cuales abordó poéticamente una vez más temas fundacionales de nuestros pagos.
Tras haberse jubilado como docente, lamentablemente su cuerpo le falló, quedando postrada en una silla de ruedas. Pero su voluntad fue inquebrantable y su mente lúcida siguió destellando magnificencias.
En 1971 recibió el Premio Almafuerte, otorgado por la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires, siendo la primera mujer en recibir dicho reconocimiento.
El mismo año, la Subsecretaría de Cultura de la Provincia le dedicó el número 15 de sus Cuadernos del Instituto de Literatura, titulado “Urrutia Artieda y Azul”.
Por Decreto del Poder Ejecutivo de Buenos Aires, el 13 de septiembre de 1974 se la consagró “Hija Benemérita de la Provincia”. El primer artículo de la trascendente disposición rezaba: “…en mérito a su categoría intelectual, tareas de bien público y de unión entre los pueblos de la provincia…”.
El acontecimiento motivó el viaje a nuestra ciudad del entonces ministro de Educación, Dr. Tomás Diego Bernard, quien en la sede del Colegio de Escribanos –colmada de público-, el sábado 16 de noviembre, le hizo entrega de una medalla de oro y un diploma. En el tramo final de su discurso el Ministro expresó: “… Esta noche yo quería decirles, en nombre del gobierno de Buenos Aires, que si María Aléx recibe la más alta distinción, distinción singular que creo no se ha otorgado a ningún otro poeta hasta hoy, de ser declarada hija benemérita de la provincia, lo es por sus méritos propios; lo es por la alta dignidad del magisterio que ha ejercido en la docencia, en el periodismo, en el libro. Pero más que todo en la escuela de la vida. Esa figura rutilante que pasó por todos los ambientes con modestia pero que dejó indeleble en todas partes el sello de una auténtica personalidad. Una mujer que sembró el bien y recoge ahora el bien que le debemos.
Por eso, María Aléx, yo también prescindo de todo protocolo. Quizá esté al margen de lo que debía ser la misión ministerial. Pero aquí en Azul, donde todos te conocen y te honran, sería vana presunción mía querer exaltar un acto del Poder Ejecutivo más allá de la letra que ha grabado tu fuego en tu corazón. Esto es tuyo porque lo has ganado, pero por sobre todo, es tuyo nuestro cariño y nuestro reconocimiento, porque mujeres como esta mujer son las que necesitamos para el futuro de la Patria.”.
En 1975 la Biblioteca Popular de Azul la designó Socia Honoraria, y la Escuela Provincial N° 2 la hizo, simbólicamente, depositaria de su llave. Al año siguiente, la Intendencia Municipal declaró a su obra “La Patria Chica” como Poemario Oficial de Azul.
Al cumplirse en 1978 el cuadragésimo aniversario de la publicación de su primer libro, “Música Interior”, el diario “El Tiempo” y la comunidad azuleña le rindieron un sincero homenaje al descubrir una placa en el frente de su hogar. Ese mismo año apareció “Las Raíces”, cuya edición estuvo a cargo del Museo Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru”, institución para la cual se destinó lo recaudado con su venta.
María Alejandra Urrutia Artieda falleció a las 13:15 del día 15 de octubre de 1982. Sus restos fueron inhumados en el Cementerio Único.
A los pies de un ciprés, prácticamente en la entrada de la necrópolis, descansa la inquieta mujer de fuerte carácter y delicadas caricias. Sin embargo, María Aléx no murió… Ella aún vive en sus letras, en sus sabias y melodiosas palabras, en las páginas de sus libros, en las alas de sus versos. Tal como proclama en su epitafio (escrito en 1971):

Caminante: Aquí dice María Aléx;
mas no creas que yazgo en esta fosa;
pues apenas llegada, presurosa,
me trepé por la savia silenciosa
hasta el gajo más alto del ciprés.
Y allí estoy, caminante, allá en la altura
como ayer en la tierra y en el anhelo:
rodeada de pájaros y cielo,
encendida de canto y de dulzura.


Para culminar…


La calle María Aléx Urrutia Artieda fue la última arteria incorporada a la cuadricula urbana de Azul durante la década del ’80. Con ella se cierra la octava etapa de nuestro trabajo, la cual fue breve, pero no menos importante.
En los años venideros se suscitarán diversos cambios en la ciudad, la cual volverá a extenderse con amplias e interesantes barriadas y nuevas calles. Así, en los ’90 habrá incorporaciones al ejido azuleño y se remediaran errores por demás curiosos, historias que iremos desentrañando al seguir transitando “Las calles del Azul”…


Agradecimientos y fuentes


Muchas gracias a Inés Castillo y María Vizcay por la información proporcionada.
Muchas gracias a Norma y Elma Iglesias por su incansable y enriquecedora guía por los senderos de la historia azuleña.
Muchas gracias a Emiliano Tuinstra por su constante respaldo.
Muchas gracias a Stella Tumminaro del Concejo Deliberante de Azul por su permanente ayuda incondicional.
Muchas gracias a Alicia Medel y Norma Binzuña del Archivo Municipal.
Muchas gracias a Chelita, Daniela y Alicia de la Biblioteca Pública “Monseñor César A. Cáneva”.
Hemeroteca de Azul “Juan Miguel Oyhanarte”.
Archivo del diario “El Tiempo” y anotaciones del periodista Juan Miguel Oyhanarte.
Reynaldo D’Onofio. “Cuadernos del Instituto de Literatura. Urrutia Artieda y Azul”. (Agosto de 1971). Depto. Impresiones del Ministerio de Educación de la Prov. de Buenos Aires.
Yuyú Guzmán. “Estancias de Azul”. (1995). Biblos. Azul.
Alberto Sarramone. “Historia del antiguo pago del Azul”. (1997). Biblos. Azul.



RECUADROS:


“La Protegida”


Martín Urrutia y Emilia Artieda se conocieron en la ciudad de La Plata, en la última década del siglo XIX.
Hacia 1896, la familia Urrutia decidió probar suerte en el interior de la provincia de Buenos Aires y así fue como se instaló en la ciudad de Olavarría. En cambio la joven pareja decidió instalarse en Hinojo -Partido de Olavarría-, donde abrieron un almacén.
Allí, trabajando arduamente, los jóvenes consolidaron una pequeña fortuna que les permitió comenzar a armar planes de progreso. Y también comenzaron a acrecentar la familia, pues el 1 de septiembre de 1899 nació el primogénito, Martín Sixto. Sus padrinos fueron su tío Agustín Urrutia (español, domiciliado en Olavarría, de 24 años de edad) y su abuela María Apestegui de Artieda (nacida en Francia, domiciliada en La Plata, de 52 años de edad).
Poco tiempo más estuvieron por aquellos lares. El destino les tenía reservado un lugar en Azul, cerca de las estancias “La Narcisa” y “La Ysidora”, donde compraron una pequeña fracción de campo y levantaron una casa grande que se llenó de hijos y en la que instalaron un almacén de ramos generales.
El almacén era un lugar pintoresco, destacado y concurrido. Los caballos retozaban a la sombra del montecillo que al verse desde lejos anunciaba la importante presencia de “La Protegida”.
Apenas cruzaban el umbral, los clientes eran recibidos por un aroma penetrante, mezcla del de las especias, del café en grano, el cuero de los aperos, los quesos apilados en el mostrador y los chacinados, con el olor añejo proveniente del despacho de bebidas contiguo donde predominaba el humo del tabaco negro que consumían los parroquianos en cigarrillos armados a mano.
En el salón principal, con piso de ladrillos, se hallaba el almacén propiamente dicho. Entre otros rubros, tenía zapatería, tienda y mercería. Sobre la pared del fondo, en una estantería, se podía encontrar desde la mecha para un farol hasta los cordones para zapatos, pasando por el hilo para coser ropa o bien el de atar chorizos, cuchillos, bombillas, mates y una cantidad interminable de artículos de uso diario. En la parte inferior de aquella monumental estantería, en cajones con tapas deslizantes, se hallaba el azúcar en terrones y fideos varios, que se expendían en paquetes armados con papel de estraza; la yerba, en cambio, se vendía en bolsas de arpillera.
En un extremo del mostrador reinaba una balanza de platos; en el otro, varios quesos protegidos por una especie de campana de vidrio y la fiambrera.
Tenían un acopio de frutos del país y también vendían productos importados de España, como vinos y conservas enviadas por un amigo de la familia.
Un rincón del salón lo ocupaban los aperos y herramientas: pecheras, cinchas, pretales, serruchos, martillos, morsas, leznas y todo lo necesario para las tareas rurales. Sobre un mostrador mucho más decoroso se apilaban bombachas, camperas, camisas, cinturones, boinas, fajas y alpargatas de yute.
Había también espacio para las barricas de vino y las que contenían las tripas conservadas en sal que se utilizaban en las carneadas. El despacho de bebidas era fundamental para muchos viajeros o lugareños; bebidas servidas en vasos de vidrio grueso y sobre un mostrador con cubierta de estaño. Básicamente funcionaba como un club rural, un lugar donde se iba por necesidad y por gusto, un local donde los hombres se demoraban comentando las novedades, tomando una copa…
Algunos días fijos de la semana hacía parada la galera “San Julián”, que iba y venía entre la ciudad de Azul y la estancia “El Sol Argentino” situada en el Partido de Benito Juárez, perteneciente a Mariano Roldán (fundador, justamente, del pueblo de Benito Juárez y propietario primigenio de la que hoy conocemos como “Casa Ronco” en Azul).
Asimismo, Urrutia había conseguido que su almacén brindara los servicios de estafeta de correos y allí se dejaba o se recibía la correspondencia de la vecindad, que se despachaba por Hinojo.
En la trastienda funcionaba el “escritorio”, donde se controlaban las libretas que saldaban los chacareros no más de una o dos veces al año, cuando levantaban sus cosechas.
A un costado del edificio principal, en un gran galpón de chapa, se acumulaban materiales de construcción, maderas, postes y varillas para alambrados, rollos de alambre liso y de púas, torniquetes y una variedad sin fin de insumos para la actividad rural, hasta molinos “Hércules”.
A pesar de todo el esfuerzo que demandaba la atención del almacén, Martín le dedicaba varias horas a la lectura y hacía circular sus libros y diarios entre la clientela aficionada a su misma costumbre. Así llegaban quienes buscaban o devolvían “La Prensa”, o quienes pedían prestada la revista “Caras y Caretas” o entregaban un cuadernillo de las “Novelas Españolas” para tener derecho a llevar otro capítulo. Además, con diversas inquietudes que excedían lo meramente literario y pasaban al campo de la filantropía, Martín Urrutia se incorporó a la logia masónica “Obreros del Sud” N° 94, de la vecina ciudad de Olavarría.
Como si todo fuese poco, cada quince días se montaba un improvisado consultorio médico, en el que atendía el reconocido doctor Ángel Pintos, quien viajaba desde Azul recorriendo las más de diez leguas que separaban la ciudad de “La Protegida” para atender la clientela lugareña. También, con la misma frecuencia, pero los domingos, iba un peluquero que cortaba el cabello a los vecinos, principalmente la peonada y sus familias.
Indudablemente, “La Protegida” era un verdadero punto de encuentro y un eje fundamental de desarrollo en la zona. Sin embargo, cuando rondaba los 60 años de edad, tal vez agobiado por tanta labor, Martín Urrutia decidió vender el almacén. Así, alrededor del año ’20, buscando nuevos horizontes se trasladó definitivamente a la ciudad de Azul, instalándose en la casa de la calle Buenos Aires N° 474 (actual Intendente Prof. De Paula), entre Avenida Mitre y Entre Ríos (actual Dr. Alfredo Prat).


De ardores y de afanes


En el hall del Palacio Municipal, desde diciembre de 1971, una placa preserva las más bellas palabras dedicadas por la poetisa a su tierra natal bajo el título “Nombre total”.


Qué otro nombre mejor para tu empeño
y el amor que madura tu esperanza
que este nombre que es signo de alabanza
porque nombra, nombrándote, tu sueño?

Qué otro nombre mejor a tu pujanza
y el ardor y el afán de que eres dueño,
que este nombre cabal que, si pequeño,
todo un mundo inefable se le alcanza?

Qué otro nombre mejor a tu desvelo
y a tu fiebre de luz y anhelo de vuelo
que este nombre total de fe y altura?

Qué otro nombre mejor para nombrarte
que este Azul que te nombra y te imparte
un seguro destino de ventura?


Una estrella y dos alas


1 comentario:

  1. Hola queria saber donde podria conseguir los libros "Mujeres de aquella pampa"
    Gracias

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