A los desaparecidos de toda la tierra, de todas las épocas por distintos motivos, quienes con su sacrificio han hecho posible que "la muerte le enseñe a los vivos" a soñar con un Mundo lleno de respeto por las ideas del otro.
(José Vicente Cuenca Phd Departamento de Antropología Universidad Nacional de Colombia Santa Fé de Bogotá, 1994)
jueves, 31 de mayo de 2012
Los combates entre gladiadores tienen su origen en ritos funebres
In 7-Roma on mayo 29, 2012 at 15:35
El origen de los combates. Nicolás de Damasco nos cuenta que en el año 264 a.C. se celebró un funeral en honor de Junio Bruto Pera, cuya última voluntad había sido que sus dos hijos organizaran tres combates simultáneos en la feria de ganado local. Cien años más tarde, la celebración de este tipo de juegos fúnebres en los que se enfrentaban varios esclavos propiedad de los organizadores se había convertido en una costumbre. Alcanzaron tanta popularidad que en el año 174 a.C., Tito Quinto Flaminio organizó un munus (servicio fúnebre en honor del finado) en Roma que consistió en enfrentar a 74 hombres en una serie de combates singulares que se prolongó durante tres días.
Los munera solían celebrarse en diciembre, coincidiendo con las saturnales (Saturnalia), fiestas en honor de Saturno, un dios al que se relacionaba con los sacrificios humanos. Además de los combates, se incluían las famosas venatio, batidas de caza en las que se abatían bestias traídas de todo el mundo, para demostrar cómo Roma era capaz de subyugar a otros pueblos.
Estos ritos fueron extendiéndose entre la población, hasta tal punto que las elites políticas y económicas se dieron cuenta de que la organización de los munera era una forma de extender su fama más allá de la muerte. Un número creciente de patricios empezaron a incluir la celebración de estos juegos en su testamento. Los niveles de exigencia fueron creciendo, ya no bastaban unos cuantos luchadores y el armamento fue evolucionando hasta convertirse en el espectáculo en el que acabó derivando.
Juegos de éxito
El combate entre gladiadores no dejaba indiferente a nadie. Los mismos intelectuales de la época, como Séneca, Cicerón o Plinio el Joven, veían aspectos negativos y positivos al mismo tiempo. Mientras Cicerón les consideraba “hombres arruinados y bárbaros”, opinaba también que, “cuando se trata de criminales condenados los que luchan con la espada… ninguna lección podía ser más efectiva contra el dolor y la muerte”. Por su parte, Séneca se horroriza ante la muerte del hombre para “el juego y diversión”, pero también ve en los gladiadores un ejemplo de cómo afrontar la muerte con valor.
Entre los ciudadanos, el éxito era tremendo, especialmente entre las mujeres, aunque el término gladiador se utilizaba como insulto, especialmente desde las rebeliones de Espartaco. Así lo atestigua una rúbrica de un gladiador encontrada en Pompeya “Celado Octaviano, tracio, tres victorias, tres coronas: suspiro de todas las mujeres”. El satírico Juvenal cuenta el caso de Epia, esposa de un senador, que abandonó a su marido por un luchador llamado Sergio, ajeno a cualquier atractivo físico, pero triunfador en la arena.
No faltaban tampoco los romances sonados, entre actrices y gladiadores, como es el caso del fragmento de cerámica, usado quizá como amuleto, que se encontró con el siguiente mensaje: “Verecunda, la actriz, ama a Lucio, el gladiador”. La hipocresía de la sociedad romana, que criticaba a los gladiadores, pero luego les alentaba y asistía en masa a los juegos, fue criticada por los autores cristianos Tertuliano o San Gerónimo.
Una señal del éxito de estos juegos no es otra que el progresivo perfeccionamiento del espacio en el que se celebraban, que pasó de ser una construcción tosca en la que se aprovechaba el relieve del suelo completándose con cascotes que hacían de gradas a convertirse en los grandes anfiteatros que aún hoy se conservan en Roma (Coliseo – 50.000 espectadores), Túnez (el Djem – 30.000 espectadores), Leptis Magna (Libia – 16.000 espectadores), Pula (Istria, Croacia – 20.000 espectadores), Emérita Augusta (15.000 espectadores), Tarraco (14.000 espectadores) o Pompeya (12.000 espectadores).
También se producían disturbios, como atestigua un grafito del anfiteatro de Pompeya datado en el siglo I d.C. en el que se representa un hecho relatado por el historiador Tácito, que da cuenta de un enfrentamiento entre pompeyanos y nucerinos con motivo de unos juegos organizados por Livineyo Régulo en el año 59 d.C. Como consecuencia de ello, se envió al exilio al organizador y se castigó a la ciudad sin espectáculos durante diez años, aunque poco después Nerón levantó la sanción.
Procedencia y organización de los gladiadores
Aunque en su mayoría eran hombres, también se han documentado casos de gladiadoras, como Amazonia y Aquilia, representadas en un relieve del Museo Británico de Londres. La edad de los combatientes solía estar comprendida entre los 18 y los 25 años, aunque los había que prolongaban su trayectoria por muchos más años dada la fama y el dinero que podía conseguirse. El reclutamiento se producía entre prisioneros de guerra, esclavos, condenados a muerte que conmutaban su pena por el servicio en la arena u hombres libres que daban este salto para hacer fortuna. La mayoría de ellos tenían, por tanto, algo que ganar.
El primer paso era la admisión en los ludi gladiatori, las escuelas que imponían un duro régimen disciplinario a los luchadores a fin de conseguir la virtus. La escuela contaba con unctores (masajistas) y doctores (entrenadores de lucha). Los venatores, que se batían con fieras, disponían de los mismos servicios. Los cuidados que se ofrecían a los gladiadores en los ludi eran muy buenos, pues se procuraba que gozaran de la mejor salud para los combates. No era el mismo caso de los noxii, criminales condenados por robo, violación o asesinato. Perdían sus derechos y eran enviados a prisión, de la que sólo saldrían para ir a la arena. Estos no recibían ningún tipo de entrenamiento, simplemente eran eliminados en público, obligándolos a pelear y matar a otros noxii. Es a ellos a quiénes debe asignarse la manida frase “Ave César, los que van a morir te saludan”, utilizada por Suetonio para referirse a unos condenados que iban a participar en una naumaquia, pero no generalizada entre los gladiadores.
Los gladiadores se organizaban en torno a familias gladiatoras, grupos de luchadores propiedad de un lanista, representante que concertaba los combates y administraba la contabilidad del grupo. Normalmente era uno de ellos, que había conseguido la libertad una vez logrado el rudis, la espada de madera que se obtenía como consecuencia de la acumulación de éxitos durante toda una vida de combates y que otorgaba el ansiado retiro.
Los tipos de gladiadores
Se conocen varios tipos de gladiadores, cada uno de los cuales tenía sus armas características:
El Reciario (retiarius) – armado con una red de 3 metros de diámetro con una serie de plomos colocados en su circunferencia exterior. La red podía utilizarse para azotar al adversario, hacer que tropezara o atraparlo. Estaba atada a la muñeca y llevaba una pequeña daga (pugio) para cortarla en caso de que el contrincante se hiciera con ella. La otra arma del reciario era el tridente y sus únicas defensas eran el galerus, una especie de hombrera que le cubría uno de sus lados, y un brazo acolchado para evitar cortes en el antebrazo.
El Tracio – equipado con una versión pequeña del scutum de madera, el escudo de los legionarios. También llevaba el protector acolchado para el brazo. Llevaba un casco que le cubría toda la cabeza y grebas que le protegían las piernas. Su espada (gladius) era de hoja curva.
El Secutor – equipado igual que el tracio, le diferenciaba su espada, que era de hoja recta. Su escudo era más grande, pero el casco le permitía menos visión que al tracio.
El Myrmillo – está equipado con el escudo imperial y el gladius de la infantería romana. La espada iba sujeta a la mano del gladiador por unas correas. Sólo tenía una greba y llevaba las piernas acolchadas, igual que uno de los brazos. Su nombre procede de un pez marino desconocido, el mormyr.
El Hoplomachus – es el que menos se conoce, su indumentaria recuerda al tracio, pero va armado con una pica y un escudo de bronce, en vez de madera.
El Provocator – igual que el Hoplomachus, es poco conocido, lleva un casco que le protege hasta el pecho, piernas alcochadas con glebas y va armado con espada corta y larga.
fuente:
Paleorama en Red. Prehistoria y Arqueología en Internet
viernes, 4 de mayo de 2012
María Aléx, poesía hecha mujer...
María Aléx, poesía hecha mujer
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
María Alejandra
Urrutia Artieda nació el 27 de
febrero de 1903, en el paraje “La Protegida”, en el Partido
de Azul. Sus padres fueron Martín Urrutia (nacido
en Bilbao, España, en 1864) y Emilia Artieda (nacida en
Buenos Aires en 1877, hija de Manuel y María Apestegui, español y francesa
respectivamente). Tuvo diez hermanos: Martín Sixto (murió
a los 20 años, cuando estudiaba Derecho), Sara Alida, Raquel
Mercedes (Sole), Beatriz (Bea), Ermelina (Gelo), Carlota
Elida (Tita), Arturo Héctor, Mario,
Helva Stella (Chuqui) y Emilio.
“Janny” -como era cariñosamente apodada María
Alejandra en su círculo íntimo-, vivió su infancia en la zona rural, en torno
al almacén familiar “La Protegida”, donde supo asimilar con
amor y fervor las historias de malones y milicos, de gauchos y naturaleza que
años después marcarían su obra literaria.
Con el gran esfuerzo
que implicaba viajar desde la zona rural hasta la ciudad -hospedándose muchas
veces lejos de su familia-, cursó los estudios primarios en la Escuela
N° 2, ubicada en la calle Burgos entre Alsina (actual H. Yrigoyen) y
Belgrano-donde actualmente se halla la Plazoleta Coronel Pedro Burgos-,
establecimiento conocido por entonces como “Escuela ‘de Islas’”,
pues allí se desempeñaban cuatro maestras de este apellido.
Realizó los estudios
secundarios en el Colegio Nacional, en el que fuera el
edificio primigenio de la institución -propiedad de la familia Zapata-, en la
calle Burgos entre Córdoba y Tucumán (entre las actuales Int. Dr. Malére y Dr.
Bogliano, respectivamente). Por entonces el establecimiento estaba bajo la
conducción del profesor Víctor M. Herrera y resultó uno de los maestros
dilectos de María Alejandra el profesor Reynaldo Marín.
Volver a nacer
En algún cuadernillo o
en alguna hoja suelta, en algún incierto momento, en tinta presurosa o
absolutamente calma, nació un primer poema, un verso arrancado a la mismísima
inspiración. Un día, Janny se convirtió definitivamente
en María Aléx.
Una vez concluido el
secundario, María Aléx viajó a La Plata -donde vivía parte de su familia
materna, quienes la hospedaron cálidamente-, para iniciar sus estudios en el
Profesorado de Letras de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación. Allí fue una alumna brillante, educada por destacados
docentes como Carmelo Bonet, Arturo Marasso, Rafael Alberto Arrieta, Arturo
Capdevila, entre otros destacados catedráticos.
En aquellos años de
incesante aprendizaje y de afanes juveniles, María Aléx comenzó a cosechar
elogios a través de sus primeras colaboraciones en el diario “La
Razón” y las revistas “Mundo Argentino” y “El
Hogar” de alcance nacional.
En la década del ’30,
cuando culminó su carrera, retornó a nuestra ciudad para abocarse
apasionadamente a la docencia en el Colegio Nacional “Esteban Echeverría” y en
la Escuela Normal “Bernardino Rivadavia”.
En los primeros años
de vida del diario “El Tiempo” -nacido el 9 de julio de
1933-, María Aléx comenzó a colaborar con frecuencia dejando preciosos fragmentos
de su talento entre sus páginas, involucrándose asimismo con las diversas
actividades culturales de la ciudad. Entre 1938 y 1939 dirigió el suplemento
literario del Diario, trabando amistad con su director, el doctor Carlos
A. Ronchetti.
Para entonces, ya
compartía una intensa amistad con otro paladín de la cultura local, el
doctor Bartolomé José Ronco, quien en su dilatada
trayectoria gestó diversos proyectos culturales para los cuales contó con la
participación de la afamada poetisa. De hecho, María Aléx formó parte del
cuerpo de docentes de la Universidad Popular “José Hernández” -emplazada
en el edificio que actualmente ocupa la Facultad de Derecho en la calle Bolívar
entre Burgos y De Paula-, fundada por el filántropo coleccionista cervantista y
hernandiano, en la cual dictó gratuitamente y durante cuarenta y cinco años
clases de Castellano, Ortografía, Redacción y Selección de Textos.
María Aléx fue una
mujer de fuerte carácter, pero por demás cordial, que dejó para esta tierra
decenas de palabras emanadas del corazón ardiente de quien su nombre fue poesía
en sí mismo.
Integró el grupo
fundador de la Agrupación Artística Maná y fue, durante
muchos años, miembro de la Comisión Directiva de la Biblioteca
Popular de Azul (hoy “Bartolomé J. Ronco”).
Pasiones de una mujer
Con su mirada tierna y
una pluma vehemente, María Aléx canalizó en letras como nadie el amor, el amor
por Azul, por su gente, por su historia y sus desventuras. Su primer libro de
poesías “Música Interior” (1938), fue solicitado por
la Biblioteca Pública de Nueva York por su calidad
literaria para ser incorporado a su patrimonio bibliográfico. Figura además con
mención de honor para la creación poética femenina en la Exposición permanente
bibliográfica de Cuba. Y se lo incluyó también en una antología poética de
Alemania.
Dos años después
publicó “Brujerías” (Poemario de la Andanza).
En 1946 editó “Poemas” y
un ensayo sobre Antonio Machado, el cual fue impreso para la
serie “Cuadernos de Azul” de la Biblioteca Popular.
El 30 de abril de
1947, su estimado amigo Bartolomé José Ronco, publicó en el diario “El Tiempo”
un artículo titulado “Un gran acontecimiento”, en el cual
anoticiaba a la comunidad de que el eminente escritor inglés sir EugenMillington
Drake, que había estado dos años antes en Azul, había concluido su
programa de Poesías de las Provincias Argentinas y que habiendo conocido los
dos poemas de María Aléx titulados “Dar” y “Pequeña
cosa”, los había recitado en varias oportunidades en Londres y París (en
el Departamento Hispánico de la Sorbona).
En mayo de 1948, en
el Cine Teatro San Martín, se le rindió un cálido homenaje
al doctor Ronco, quien también demostró con su trayectoria el profundo amor que
sentía por Azul. En la oportunidad, María Aléx pronunció palabras de su
autoría, las cuales quiso el destino que se mantuvieran preservadas en un
pergamino que no tuvo ninguna difusión más que en aquella ocasión:
Mensaje cordial para
el Dr. Bartolomé J. Ronco:Y dijo el corazón: “Él es mi amigo./ Yo lo siento y lo quiero.
Está conmigo/ como el astro y la rosa. Yo lo quiero/ porque sabe del lírico
sendero/ del Ensueño y el Bien y la Belleza,/ donde todo es verdad, todo
pureza,/ en el íntegro afán y en el desvelo/ de cambiar esta tierra en claro
cielo…/ Yo lo siento en mi vida, en mi latido,/ en mi hondo anhelar
estremecido,/ y lo sé entre los sueños de mi andanza/ con la luz de la fe y la
esperanza…/ Yo lo siento y lo quiero. Está conmigo/ como el astro y la flor, y
lo bendigo por la gracia celeste y la ventura/ que dejara en mi senda su
dulzura"./ Y calló el corazón. Pero al instante,/ sobre el pecho dolido y
palpitante,/ en dulcísima ofrenda silenciosa/ asomó, toda trémula, una rosa…/
Una rosa pequeña y encendida:/ mi profunda ternura agradecida.
Las calles de María Aléx
Mediante el
Decreto-Ordenanza del 12 de noviembre de 1956, firmado por el comisionado Guillermo
Rodolfo Sarmiento, se le impusieron nombres a quince nuevas calles de
la ciudad. La disposición fue promulgada el 27 de diciembre del mismo año a
través del Decreto N° 23.777/56 de la Intervención Nacional y recién se
hicieron efectivas las imposiciones el 3 de enero de 1957.
Las denominaciones
fueron propuestas por la “Comisión Municipal de Investigaciones
Históricas del Partido de Azul”, a cuyo frente se hallaba el
historiador azuleño Vicente Porro, acompañado fervientemente
por María Aléx.
Sin lugar a dudas,
ella fue quien propuso buena parte de los nombres que finalmente se impusieron,
dada su acentuada pasión por la historia lugareña. Las nuevas denominaciones
elegidas fueron: De las Postas, De los Fortines, De
las Carretas, Misia Magdalena Barranco, Comisario
Luis Aldaz, Fuerte Federación, Francisco
Mesura, Darhanpé, Martín Abeberry, Miguel
Ituarte, De los Agrarios, San Serapio
Mártir, San Carlos, De las Cautivas y General
Manuel Escalada. Para postular cada uno de estos nombres, se escribió
un fundamento –presentado en el decreto- en el que se evidencia la pluma de la
poetisa, quien tampoco dudó en plasmar en sus libros poemas dedicados a dichas
arterias, bajo los títulos “Calle Sargenta Barranco”, “Calle
de las Carretas” y “Calle de las Cautivas” entre
otros.
Apasionada por la cultura…
Fue una integrante
fundamental de la Comisión Municipal de Cultura integrada
por destacadas instituciones azuleñas como la Agrupación Artística
Maná, Centro de Instrucción Cívica “Mariano Moreno”, Biblioteca
Popular “Bartolomé J. Ronco”, Centro Cultural Horizontes, Universidad
Popular “José Hernández”, Centro Cultural Cervantes, Centro
del Magisterio “Domingo F. Sarmiento”, Centro Universitario
Azuleño y Foto Club Azul.
En 1958 nació su
tercer libro, “Cantos”, compuesto de treinta y tres poemas
donde reaparecieron en tonos cada vez más depurados sus sueños, dejando
improntas serenas y traslúcidas, de alto vuelo lírico, derivadas de las
sugestiones de su solar nativo. Esta obra fue ilustrada por su estimado
amigo Santo Glorioso.
El Centro
Numismático “Bartolomé Mitre”, prestigioso órgano cultural de Azul le
dedicó en 1963 su “Primer Cuaderno Azuleño”, donde ella volvió a retomar la
exaltación lírica de su terruño publicando ocho poemas bajo el título“Cantos
de la Patria Chica”, todos de particular belleza.
Su antología poética,
llamada “Ayer iluminado”, se conoció en 1968; también
apareció de su autoría una semblanza de Francisco López Merino.
El último libro de
María Aléx fue “Mujeres de aquella Pampa”, dedicado a las
primeras valientes y abnegadas pobladoras de esta zona, madres o
esposas que resignaron la calma para acompañar a sus hombres en las luchas
de las fronteras.
De sus diversas
colaboraciones en diario local sobresalen sus “Apuntes
Histórico-Líricos de Azul”, publicados en 1968, en los cuales abordó
poéticamente una vez más temas fundacionales de nuestros pagos.
Tras haberse jubilado
como docente, lamentablemente su cuerpo le falló, quedando postrada en una
silla de ruedas. Pero su voluntad fue inquebrantable y su mente lúcida siguió
destellando magnificencias. Así lo refleja en otro de sus poemas (1971):
Aquí
estoy en mi mundo, aquí en mi casa,
Con mi gente, mis ansias y mi duelo,
Sostenida en " la prueba " por el celo
Y el cuidado fraterno ya sin tasa.
Aquí
estoy yo así. Y en mi consuelo
Desde el fondo del alma se desplaza
La esperada esperanza que me abrasa
Con el vivo deseo de mi anhelo.
Andarme
como ayer, a mi albedrío,
Levantados la fe, el amor y el brío
En la suerte y la gracia de ese gozo.
Andarme
de ese modo es lo que espero,
Yo no sé si será, pero lo quiero
Con empeño sin lindes ni reposo.
En 1971 recibió
el Premio Almafuerte, otorgado por la Sociedad de Escritores
de la Provincia de Buenos Aires, siendo la primera mujer en
recibir dicho reconocimiento.
El mismo año, la
Subsecretaría de Cultura de la Provincia le dedicó el número 15 de sus Cuadernos
del Instituto de Literatura, titulado “Urrutia Artieda y
Azul”.
Esa figura rutilante…
Por Decreto del Poder
Ejecutivo de Buenos Aires, el 13 de septiembre de 1974 se la consagró “Hija
Benemérita de la Provincia”. El primer artículo de la trascendente
disposición rezaba: “…en mérito a su categoría intelectual, tareas de bien
público y de unión entre los pueblos de la provincia…”.
El acontecimiento
motivó el viaje a nuestra ciudad del entonces ministro de Educación, Dr.
Tomás Diego Bernard, quien en la sede del Colegio de Escribanos
–colmada de público-, el sábado 16 de noviembre, le hizo entrega de una medalla
de oro y un diploma. En el tramo final de su discurso el Ministro
expresó: “… Esta noche yo quería decirles, en nombre del gobierno de
Buenos Aires, que si María Aléx recibe la más alta distinción, distinción
singular que creo no se ha otorgado a ningún otro poeta hasta hoy, de ser
declarada hija benemérita de la provincia, lo es por sus méritos propios; lo es
por la alta dignidad del magisterio que ha ejercido en la docencia, en el
periodismo, en el libro. Pero más que todo en la escuela de la vida. Esa figura
rutilante que pasó por todos los ambientes con modestia pero que dejó indeleble
en todas partes el sello de una auténtica personalidad. Una mujer que sembró el
bien y recoge ahora el bien que le debemos.
Por eso, María Aléx,
yo también prescindo de todo protocolo. Quizá esté al margen de lo que debía
ser la misión ministerial. Pero aquí en Azul, donde todos te conocen y te
honran, sería vana presunción mía querer exaltar un acto del Poder Ejecutivo
más allá de la letra que ha grabado tu fuego en tu corazón. Esto es tuyo porque
lo has ganado, pero por sobre todo, es tuyo nuestro cariño y nuestro reconocimiento,
porque mujeres como esta mujer son las que necesitamos para el futuro de la
Patria.”.
Las últimas letras…
En 1975 la Biblioteca
Popular de Azul la designó Socia Honoraria, y laEscuela
Provincial N°2 la hizo, simbólicamente, depositaria de su llave.Al
año siguiente, la Intendencia Municipal declaró a su obra “La Patria Chica”
como Poemario Oficial de Azul.
Al cumplirse en 1978
el cuadragésimo aniversario de la publicación de su primer libro, “Música
Interior”, el diario “El Tiempo” y la comunidad azuleña le rindieron un sincero
homenaje al descubrir una placa en el frente de su hogar. Ese mismo año
apareció “Las Raíces”, cuya edición estuvo a cargo del Museo
Etnográfico y Archivo Histórico “Enrique Squirru”, institución para la cual se
destinó lo recaudado con su venta.
María Alejandra
Urrutia Artieda falleció a las
13:15 del día15 de octubre de 1982. Sus restos fueron inhumados
en el Cementerio Único.
A los pies de un
ciprés, prácticamente en la entrada de la necrópolis, descansa la inquieta
mujer de fuerte carácter y delicadas caricias. Sin embargo, María
Aléx no murió… Ella aún vive en sus letras, en sus sabias y
melodiosas palabras, en las páginas de sus libros, en las alas de sus versos.
Tal como proclama en su epitafio (escrito en 1971):
Caminante: Aquí dice María Aléx;
mas no creas que yazgo en esta fosa;
pues apenas llegada, presurosa,
me trepé por la savia silenciosa
hasta el gajo más alto del ciprés.
Y allí estoy, caminante, allá en la altura
como ayer en la tierra y en el anhelo:
rodeada de pájaros y cielo,
encendida de canto y de dulzura.
INFORMACIÓN EXTRA:
“La Protegida”
Martín Urrutia y Emilia Artieda se
conocieron en la ciudad de La Plata, en la última década del siglo XIX.
Hacia 1896, la familia
Urrutia decidió probar suerte en el interior de la provincia de Buenos Aires y
así fue como se instaló en la ciudad de Olavarría. En cambio la joven pareja
decidió instalarse en Hinojo -Partido de Olavarría-,
donde abrieron un almacén.
Allí, trabajando
arduamente, los jóvenes consolidaron una pequeña fortuna que les permitió
comenzar a armar planes de progreso. Y también comenzaron a acrecentar la
familia, pues el 1 de septiembre de 1899 nació el primogénito, Martín
Sixto. Sus padrinos fueron su tío Agustín Urrutia (español,
domiciliado en Olavarría, de 24 años de edad) y su abuela María
Apestegui de Artieda (nacida en Francia, domiciliada en La Plata,
de 52 años de edad).
Poco tiempo más
estuvieron por aquellos lares. El destino les tenía reservado un lugar en Azul,
cerca de las estancias “La Narcisa” y “La
Ysidora”, donde compraron una pequeña fracción de campo y levantaron
una casa grande que se llenó de hijos y en la que instalaron un almacén de
ramos generales.
El almacén era un
lugar pintoresco, destacado y concurrido. Los caballos retozaban a la sombra
del montecillo que al verse desde lejos anunciaba la importante presencia
de “La Protegida”.
Apenas cruzaban el
umbral, los clientes eran recibidos por un aroma penetrante, mezcla del de las
especias, del café en grano, el cuero de los aperos, los quesos apilados en el
mostrador y los chacinados, con el olor añejo proveniente del despacho de
bebidas contiguo donde predominaba el humo del tabaco negro que consumían los
parroquianos en cigarrillos armados a mano.
En el salón principal,
con piso de ladrillos, se hallaba el almacén propiamente dicho. Entre otros
rubros, tenía zapatería, tienda y mercería. Sobre la pared del fondo, en una
estantería, se podía encontrar desde la mecha para un farol hasta los cordones
para zapatos, pasando por el hilo para coser ropa o bien el de atar chorizos,
cuchillos, bombillas, mates y una cantidad interminable de artículos de uso
diario. En la parte inferior de aquella monumental estantería, en cajones con
tapas deslizantes, se hallaba el azúcar en terrones y fideos varios, que se
expendían en paquetes armados con papel de estraza; la yerba, en cambio, se
vendía en bolsas de arpillera.
En un extremo del
mostrador reinaba una balanza de platos; en el otro, varios quesos protegidos
por una especie de campana de vidrio y la fiambrera.
Tenían un acopio de
frutos del país y también vendían productos importados de España, como vinos y
conservas enviadas por un amigo de la familia.
Un rincón del salón lo
ocupaban los aperos y herramientas: pecheras, cinchas, pretales, serruchos,
martillos, morsas, leznas y todo lo necesario para las tareas rurales. Sobre un
mostrador mucho más decoroso se apilaban bombachas, camperas, camisas,
cinturones, boinas, fajas y alpargatas de yute.
Había también espacio
para las barricas de vino y las que contenían las tripas conservadas en sal que
se utilizaban en las carneadas. El despacho de bebidas era fundamental para
muchos viajeros o lugareños; bebidas servidas en vasos de vidrio grueso y sobre
un mostrador con cubierta de estaño. Básicamente funcionaba como un club rural,
un lugar donde se iba por necesidad y por gusto, un local donde los hombres se
demoraban comentando las novedades, tomando una copa…
Algunos días fijos de
la semana hacía parada la galera “San Julián”, que iba y
venía entre la ciudad de Azul y la estancia “El Sol Argentino” situada
en el Partido de Benito Juárez, perteneciente a Mariano Roldán (fundador,
justamente, del pueblo de Benito Juárez y propietario primigenio de la que hoy
conocemos como “Casa Ronco” en Azul).
Asimismo, Urrutia
había conseguido que su almacén brindara los servicios de estafeta de correos y
allí se dejaba o se recibía la correspondencia de la vecindad, que se
despachaba por Hinojo.
En la trastienda
funcionaba el “escritorio”, donde se controlaban las libretas que saldaban los
chacareros no más de una o dos veces al año, cuando levantaban sus cosechas.
A un costado del
edificio principal, en un gran galpón de chapa, se acumulaban materiales de
construcción, maderas, postes y varillas para alambrados, rollos de alambre
liso y de púas, torniquetes y una variedad sin fin de insumos para la actividad
rural, hasta molinos “Hércules”.
A pesar de todo el
esfuerzo que demandaba la atención del almacén, Martín le dedicaba varias horas
a la lectura y hacía circular sus libros y diarios entre la clientela
aficionada a su misma costumbre. Así llegaban quienes buscaban o
devolvían “La Prensa”, o quienes pedían prestada la revista “Caras
y Caretas” o entregaban un cuadernillo de las “Novelas
Españolas” para tener derecho a llevar otro capítulo. Además, con
diversas inquietudes que excedían lo meramente literario y pasaban al campo de
la filantropía, Martín Urrutia se incorporó a la logia masónica “Obreros
del Sud” N° 94, de la vecina ciudad de Olavarría.
Como si todo fuese
poco, cada quince días se montaba un improvisado consultorio médico, en el que
atendía el reconocido doctor Ángel Pintos, quien viajaba
desde Azul recorriendo las más de diez leguas que separaban la ciudad de “La
Protegida” para atender la clientela lugareña. También, con la misma
frecuencia, pero los domingos, iba un peluquero que
cortaba el cabello a los vecinos, principalmente la peonada y sus familias.
Indudablemente, “La
Protegida” era un verdadero punto de encuentro y un eje fundamental de
desarrollo en la zona. Sin embargo, cuando rondaba los 60 años de edad, tal vez
agobiado por tanta labor, Martín Urrutia decidió vender el almacén. Así,
alrededor del año ’20, buscando nuevos horizontes se trasladó definitivamente a
la ciudad de Azul, instalándose en la casa de la calle Buenos Aires
N° 474 (actual Intendente Prof. De Paula), entre Avenida Mitre y
Entre Ríos (actual Dr. Alfredo Prat).
De ardores y de afanes
En el hall del Palacio
Municipal, desde diciembre de 1971, una placa preserva las más bellas palabras
dedicadas por la poetisa a su tierra natal bajo el título “Nombre
total”.
Qué otro nombre mejor para tu empeño
y el amor que madura tu esperanza
que este nombre que es signo de alabanza
porque nombra, nombrándote, tu sueño?
Qué otro nombre mejor a tu pujanza
y el ardor y el afán de que eres dueño,
que este nombre cabal que, si pequeño,
todo un mundo inefable se le alcanza?
Qué otro nombre mejor a tu desvelo
y a tu fiebre de luz y anhelo de vuelo
que este nombre total de fe y altura?
Qué otro nombre mejor para nombrarte
que este Azul que te nombra y te imparte
un seguro destino de ventura?
También se refleja el amor a su
tierra en “Este nombre”:
Este nombre de sueño
que te nombra
Este nombre pequeño
pero grande.
Apretado de gracia y
de ventura.
Encendido de ardores y
de afanes.
Este nombre dulcísimo
de cielo.
Este nombre celeste,
como el aire.
Con sabores de canto y
lejanía.
Y de luz. De agua. Y de paisaje.
Este nombre de liquida
sustancia.
Este nombre que
entraña lo inefable.
Lo divino. Lo puro. Lo
perfecto
El latido armonioso de
la sangre.
Este nombre de cielo
que te nombra.
Este nombre de hechizo
inexplicable.
Y sentido y total y
jubiloso.
Es el nombre cabal
para nombrarte.
Tú te llamas Azul,
como la altura.
Y en azul, que es
belleza, te repartes
Una estrella y dos alas
En 1977, en el 45°
Aniversario de “Maná”, María Aléx le dedicó unas sentidas palabras al entonces
desaparecido Alberto López Claro: “Don Alberto: Hoy
son cuarenta y cinco los años de Maná en esta andanza de sembrar generosa la
Belleza con todos los primores de su magia, bajo un signo cabal y luminoso; una
estrella y dos alas.
Cuarenta y cinco
ya!... Cómo se ha ido el tiempo con sus bríos y mudanzas!... Si parece fue
ayer… ayer no más… Recuerda don Alberto, esa mañana de aquel domingo veintitrés
de octubre en el Colegio Nacional?... Estaban con usted y conmigo, don Reynaldo
G. Martín, el rector de esa casa; don Julio García Hugoni, su segundo, venido a
nuestro Azul de Bahía Blanca, y don David Cordeviola; los tres mentores
entusiastas.
A todos nos movía en
esa hora idéntica inquietud esperanzada: fundar una
entidad de arte que fuera latido espiritual de esta comarca, por su siembre
tenaz y generosa de colores, sonidos y palabras. A todos nos urgía ese anhelo
sentido con pasión hasta la entraña, y creamos entonces, jubilosos, la
agrupación artística soñada: esta que andando siempre su camino con fervor y
verdad en gozo y dádiva, hoy celebra el milagro de su siembra que es milagro de
gracia.
¿Recuerda don
Alberto?... Fue usted mismo quien en tan empeñosa circunstancia, propusiera
este bíblico bisílabo contenido de fe, para nombrarla; este nombre, Maná, que
es desde entonces señal de esperanza.
Don Alberto: Hoy son
cuarenta y cinco los años de Maná en su labranza y por ello esta hora es su
hora de himnos y campanas. Pero ocurre también que en esta fecha, un tiempo
transcurrido nos señala el vigésimo quinto aniversario de su muerte, sentida,
inesperada; su muerte, don Alberto; ese paso de su vida de asombros y pujanza,
encendida de luz y de fervores, a la noche inviolada.
Por eso en esta hora
evocativa y en el alto precioso de su andanza, Maná dice su nombre, don
Alberto; su nombre enaltecido, que la alcanza como estímulo y guía sostenedores
de su siembra perseverada, bajo un signo celeste y venturoso nacido de la
esencia de su alma: este signo inefable que es su gloria: una estrella y dos
alas.”.
El legado
Raquel Mercedes
Urrutia Artieda, conocida como
Sole-la última sobreviviente de los hermanos-, falleció el 16 de julio de 2003,
seis días después de haber cumplido 90 años de edad. A través de su testamento
ológrafo legó en partes iguales su propiedad de la calle Gral.
Uriburu 474(actual Intendente Prof. De Paula) al Hospital
Municipal “Dr. Ángel Pintos” y al Hospital Materno
Infantil “Argentina Diego”.
Dentro de la Ordenanza
N° 2.319 del 25 de abril de 2005, por la cual se aceptaba la donación, el
Concejo Deliberante dejó expresada su “…inquietud de crear en la mismauna
‘Casa de la Cultura’ y conservar el valor histórico de cuanto forma parte de
ella, al propio tiempo de recoger un anhelo que cuenta con vasto respaldo, que
sobreviene como un imperativo de preservar la identidad cultural de la
comunidad…”.
Sin embargo, la
propiedad fue vendida y actualmente funciona allí el Juzgado Federal
N° 2 de Azul.