MARIA DE LAS NIEVES CLARA GIMENEZ
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
María
de las Nieves Clara Giménez nació en Azul el 2 de mayo de 1886. Sus padres
fueron el estanciero Evaristo Giménez (español) y María Leontina Brital
(francesa). El matrimonio tuvo al menos otros ocho hijos: Evaristo, María
Leontina, Ernesto Augusto, Adolfino, Pilar Obdulia, Adolfina Natividad, Eduardo
Marcial y Julia Carlota
La
flor de la vida…
Hacia
1906, “Santita” -como la apodaban cariñosamente-, tenía apenas 20 abriles
cuando comenzó a frecuentar nuestra ciudad un joven abogado porteño radicado en
Bahía Blanca. No se sabe exactamente cuándo ni cómo se conocieron, pero se dice
que se vieron por primera vez en la Plaza Colón (actual Gral. San Martín), en
una kermés en la que, entre todas las damas, la joven hacía gala de su fina
estampa y elegante figura.
Dos
años más tarde, el 12 de noviembre de 1908, por la mañana, ante el jefe del
Registro Civil de Azul, Eusebio Zapata, María de las Nieves y Bartolomé José
Ronco (hijo de Juan Ronco y Manuela Díaz, nacido el 7 de julio de 1881),
contrajeron matrimonio. La ceremonia religiosa se llevó a cabo el mismo día, a
las 21, en la por entonces flamante Iglesia Parroquial Nuestra Señora del
Rosario.
La
joven pareja se radicó en Bahía Blanca, donde Bartolomé fue nombrado secretario
de la Cámara de Apelaciones del Departamento Judicial de la Costa Sud. Poco
después, el 6 de octubre de 1909, en aquella ciudad, nació Carlota Margarita
Ronco, la única hija del matrimonio.
Años
después, tras la creación en 1915 del Departamento Judicial del Sudoeste con
asiento en Azul, la familia se instaló en nuestra ciudad, en una amplia casona
situada en la esquina Norte de las calles Burgos y Tucumán (actual Dr. Palmiro
Bogliano), propiedad que, extendiéndose sobre la primera arteria, prácticamente
llegaba hasta la calle Corrientes donde estaba el llamado “Jardín de Zapata”.
Coleccionista
al igual que su marido, Santa atesoró varias decenas de abanicos, más de medio
millar de botellitas y unas ochocientas cajas de fósforos. También tuvo una
gran predilección por los Mantones de Manila.
En el
verano de 1924, la familia vacacionó unas semanas en Mar del Plata, ciudad que
por entonces se estaba posicionando como punto turístico. El mismo año, los
tres viajaron a Chile, y en Valdivia visitaron al gran araucanista Fray Félix
José de Augusta, de la orden capuchina.
Ilusiones
marchitas
Quince
años tenía Carlota Margarita Ronco cuando la muerte la sorprendió el 10 de
marzo de 1925. Una enfermedad incurable en aquellos años apagó su luz en Buenos
Aires, ciudad a la que sus padres la habían trasladado esperanzados en
salvarla.
La
angustia de Santa y Bartolomé tras la pérdida de la niña fue visible en sus
rostros hasta sus últimos días. Ella no halló ningún mantón que la protegiera
del frío de esa pérdida imposible de dimensionar o describir cabalmente… El
resto de su vida se dedicó a preservar recuerdos, a guardar instantes detenidos
en el tiempo…
Sin
embargo, con ahínco el matrimonio concibió a la ciudad de Azul como a esa hija
adorada y pusieron en ella sus mayores esfuerzos.
A
mediados del fatídico año el matrimonio viajó a Neuquén. Se trasladaron en un
automóvil -comprado para la ocasión- desde Zapala, hasta la estancia de Félix San
Martín, situada a orillas del Arroyo Quila-Chanquil. Dicho viaje quedó
registrado en una pequeña publicación que Bartolomé hiciera en 1926 bajo el
título “Por Huellas Andinas”: “Ya en puntos distintos y otras veces, había
atravesado montañas iguales y había llegado a las hoscas encrucijadas de su
corazón y su grandeza, y acompañado por mi hijita, en esas travesías, había
descuidado la belleza del panorama espléndido para seguirla a ella en su
ruidosa alegría infantil; y quería, recordando aquellas horas felices, sentirla
a mi lado nuevamente como entonces, y empaparme, hasta retorcerme, en la
nostalgia de lo que se fue para siempre y en la tristeza infinita de la soledad
de los paisajes y de mi propio espíritu (…).”.
Sin
dudas, Santa y Bartolo no sólo compartieron la audaz experiencia de transitar
tantos kilómetros en auto, sino también cada uno de los sentimientos que él
dejó expresados en aquel pequeño cuadernillo.
Nuevos
aires…
La
vida debía seguir. Santa sabía que no podía detenerse en el inmenso dolor de la
pérdida de su hija. Así, comenzó una importante tarea comunitaria que la llevó
a cofundar, junto a Elisa Vergez de Ramongassie, la Escuela Profesional de
Mujeres, de la que fue presidenta por decisión unánime de la Comisión Directiva
que el sábado 12 de enero de 1929 la nombró al frente de dicha institución.
Su
labor social no se detuvo ahí. Por esa misma época, integró también la comisión
fundadora de la “Liga de Madres de Familia”, realizando allí una intensa obra
de caridad.
Paralelamente,
hacia 1930, por sugerencia de Santa, el matrimonio estableció su nuevo
domicilio en la casa de Gral. San Martín N° 362, esquina Rivadavia. Su
propietario original había sido Mariano Roldán (fundador de la ciudad de Benito
Juárez), luego pasó a manos de Dominga Birabent de Arieu (cuyas iniciales aún
se hallan grabadas en los cristales de la puerta cancel del zaguán), y cuando
el matrimonio se instaló en ella, ya pertenecía a la hermana de Santa, Leontina
Giménez de Arieu. Allí funcionaron, inicialmente el Asilo de Huérfanas “Sagrado
Corazón”, y luego brevemente el Banco de la Nación Argentina; además,
entretanto, el edificio también fue casa de familia.
En el
nuevo hogar, ella se dedicó con pasión a las plantas, en especial a sus cactus
y sus magnolias, y a las varias decenas de pajaritos que tenía en un vistoso
jaulón en el centro del patio, aves que un día -algunos dicen, ebrio- Bartolomé
dejó en libertad.
Por
amor a Dios y a los niños
Mujer
de una profunda religiosidad, contribuyó muchísimas veces con las obras
emprendidas por el Padre César Cáneva y las Carmelitas Descalzas. De hecho, el
15 de noviembre de 1943, quedó conformada la Comisión Administradora del
Hospital Municipal y Asistencia Pública, presidida por Lidia Lafontaine y
acompañada, entre otras, justamente por María de las Nieves como vocal.
Además,
fue una de las fundadoras de la Sociedad Protectora de Niños Pobres y llegó a
ocupar la vicepresidencia, acompañando a la docente Argentina Diego, quien la
dirigió por mucho tiempo con gran firmeza y cálido liderazgo.
Esta
comisión logró conformar el Instituto de Puericultura y Consultorio Médico
Gratuito. Empero siguieron luchando para lograr una sede propia, y al fin la
inauguraron en la esquina Sur de las calles Entre Ríos y Gral. Uriburu
(actuales Dr. Alfredo Prat e Intendente Prof. Rubén C. De Paula), donde el 30
de agosto de 1949 se habilitó el Hospital Materno Infantil.
Del 28
al 30 de junio de 1931, la Biblioteca Popular de Azul -siendo Bartolomé su
presidente- organizó en su sede la “Exposición Martín Fierro”, la cual exhibió
por primera vez en la ciudad el valiosísimo material perteneciente al doctor
Ronco.
El
perpetuo recuerdo
A
pesar de la ausencia de “Margot”, María de las Nieves hizo de su hogar un sitio
cálido y acogedor. Con variadas obras de arte, principalmente exquisitos
cuadros, arreglos florales y sillones bordados por sus propias manos en petit
point, tarea ésta que se constituía en su frecuente pasatiempo. Empero el
matrimonio comenzó a vivir momentos difíciles…
Abnegada,
Santa no tuvo otro remedio que aprender a convivir con sus propios fantasmas,
porque ella estaba perdidamente enamorada de “Bartolo”, lo amaba con
vehemencia… Sin embargo, a pesar de los años vividos juntos, de las pasiones
compartidas y del amor que se profesaban, él jamás había dejado de ser el
“eterno conquistador”.
A
finales de 1931, Bartolomé decidió viajar solo a Europa, y emprendió una
travesía que duró seis meses en el crucero alemán de lujo “Cap Arcona” (el cual
poseía suite real, camarotes victorianos, jardín de invierno, gimnasio, cancha
de tenis, etc.). El itinerario fue: Montevideo, Santos, Cádiz, Sevilla, Madrid,
Irún, París y Génova (donde pudo visitar a sus parientes).
Ella
lo esperaba, bordando, soñando, negando la realidad… ella lo amaba.
Ronco
volvió y, una vez más, se ensimismó en sus libros y proyectos.
El 8
de noviembre de 1939, ella fue elegida por una distinguida reunión de damas
para presidir la Comisión del Patronato de Leprosos.
En
1944, María de las Nieves y su esposo, fueron los acongojados artífices de la
construcción del Cantoncillo “Santa Margarita” en la esquina de las calles
Bolívar y Gral. Uriburu (actual Intendente Prof. De Paula), el cual fue donado
a la Municipalidad de Azul. Una carta de la época afirma: “Hemos construido,
por nuestra exclusiva cuenta, una plazuela que hemos denominado Cantoncillo
Santa Margarita, lo primero para corresponder con la situación urbana y a su
estructura, y el advocativo, por razón de un sentimiento íntimo y personal. El
vocablo Cantoncillo, en su significado de ‘pequeño rincón’, es muy usual en
ciudades y pueblos de España… (…) Sentimos ese vocablo como una palabra
pronunciada por un niño, así como deseamos para ese rinconcito la alegría de
muchos niños jugando… (…)”.
El 8
de abril de 1945, cuando fue inaugurado el Museo Etnográfico y Archivo
Histórico “Enrique Squirru”, María de las Nieves donó diversas piezas de sus
colecciones personales.
El 11
de mayo de 1948 se llevó a cabo en el Cine Teatro San Martín un homenaje a
Ronco por su fructífera obra cultural. El acto fue organizado por una comisión
encabezada por el Obispo Monseñor César Cáneva, el intendente Ernesto Malére, e
integrada por destacados vecinos. Dio un concierto la pianista Lía Cimaglia
Espinosa y recitó el poema de su autoría, “Mensaje cordial”, la azuleña María
Aléx Urrutia Artieda.
Con
una sala colmada, una foto preservó para la posteridad el instante en que Santa
y Bartolo se abrazaron fuertemente en medio del escenario, borrando cualquier
mal momento vivido. Volvieron a ser una sola alma. Los aplausos fueron
abrumadores…
Ese
mismo año, en la Biblioteca se organizó una exposición con los cuadros de temas
camperos de su padre, el pintor y acuarelista Evaristo Giménez, que también
fueron expuestos en Buenos Aires en las famosas “Galerías Witcomb”.
Longeva
soledad
El 6
de mayo de 1952, cuando falleció Bartolomé José Ronco, Santa comenzó una nueva
etapa en su vida como custodia de los tesoros familiares y referente cultural
de la ciudad, manteniendo siempre las puertas de su casa abiertas de par en
par…
Al año
siguiente, contrató a la que convertiría en su Ama de Llaves y leal compañera
hasta el final de sus días, la gentil Elsa Fernández de Villanueva.
El 30
de mayo de 1964, María de las Nieves decidió donar un terreno de su propiedad
en Ariel para que se construyera en él de una plaza. Los concejales de la Unión
Cívica Radical del Pueblo, Martín Arrouy Prat y León A. Zitta se ocuparon de
interesar al intendente Pedro Armando López en fijar los diversos detalles
necesarios para embellecer el espacio verde junto al establecimiento
educacional a construirse (Escuela N° 25).
De la
famosa biblioteca de Ronco, que ocupaba tres espaciosas habitaciones contando
con unos 12.000 volúmenes de riquísima variedad, muchos de cuyos libros habían
sido prolijamente reencuadernados por Santa, la sección jurídica, de unos 2.500
volúmenes, integrada por colecciones completas de fallos de la Corte Nacional y
Provincial y recopilaciones de leyes, antiguas y modernas, fue vendida por la
viuda al Colegio de Abogados de Azul. Aunque recibió múltiples y suculentas
ofertas por el resto de las colecciones, ella jamás las aceptó, porque desde
siempre supo que todos esos libros debían quedar para la ciudad.
Dentro
de las tantas instituciones azuleñas con las que contribuyó, Santa colaboró
denodadamente con el Centro Numismático y Literario “Bartolomé Mitre”, donde
desarrolló una exquisita obra cultural.
Impulsada
por Santa a pesar de su avanzada edad, en la Delegación Azul del Colegio de
Escribanos, entre el 11 y el 19 de noviembre de 1972, se llevó a cabo la
“Exposición del libro Martín Fierro”. Fue organizada por la Subsecretaría de
Cultura de la Provincia de Buenos Aires y la Comisión de Cultura Municipal, en
adhesión a la celebración del centenario de la aparición de la obra
hernandiana, reeditando así la muestra realizada en 1931.
Tan
longeva como la preciosa camelia de su jardín, a los 98 años, María de las
Nieves Clara “Santa” Giménez de Ronco, falleció en el Sanatorio Azul el 28 de
diciembre de 1984.
En la
Parroquia San Antonio de Padua se llevó a cabo una misa de cuerpo presente. En
el sepelio en el Cementerio Único, hicieron uso de la palabra, por la “Sociedad
Protectora de Niños”, María Elena De la Torre de Casado y, por la “Liga de
Madres de Familia”, Irma Irigoyen de Polero.
A
través de su última voluntad, legó su hogar con sus maravillosas bibliotecas y
colecciones a la Biblioteca Popular de Azul “Bartolomé J. Ronco”.
tumba que guarda los restos de la Famila Ronco
Gracias Vicente!!! Esa foto me provoca una extraña sensación... La tomaste justo después de que yo anduve por ahí... Durante el tiempo que trabajé en la Casa Ronco siempre tuve la costumbre de llevar una camelia a la tumba de los Ronco.
ResponderEliminarGracias Vicente!!! Hermosa imagen!!!