Este Blog es en homenaje a los que descansan en el Cementerio de Azul (Prov. de Buenos Aires, Argentina), que nos precedieron en el duro camino de la vida y que con su esfuerzo y dedicación contribuyeron a hacer grande a esta ciudad. Nació de la mano de Vicente Lencioni y hoy nos toca continuar su legado, siguiendo el principio que él se planteara al construir este sitio.
CEMENTERIO DE AZUL Homenaje a la majestuosidad de la muerte y a la síntesis histórica. La ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires, Argentina, rinde homenaje a la majestuosidad de la muerte, con una imponente escultura hecha en 1938, por el arquitecto e ingeniero Francisco Salamone. Esta escultura representa un ángel flamígero con una espada en las manos. Como dijo alguien, pareciera que estuviera marcando la frontera entre la vida y la muerte; además esta representando para los creyentes la esperanza de la resurrección. Entrando ya al interior del Cementerio encontramos dos cenotafios que rinden homenaje a los muertos de los dos grandes partidos políticos cuya ideología la podemos considerar fundacional de la Argentina moderna. Uno es en homenaje a los muertos en la Revolución Radical, de 1890 y el otro es en homenaje al Teniente General Juan Domingo Perón y a su esposa María Eva Duarte. Es como si esta Ciudad Cervantina, de profundas raíces Pampas, en la que hace años se señoreaban los pueblos originarios, tierra en que tantos desencuentros se produjeran, quiere ser hoy la heredad de la síntesis unificadora de tantos años de desencuentros.



A los desaparecidos de toda la tierra, de todas las épocas por distintos motivos, quienes con su sacrificio han hecho posible que "la muerte le enseñe a los vivos" a soñar con un Mundo lleno de respeto por las ideas del otro.

(José Vicente Cuenca Phd Departamento de Antropología Universidad Nacional de Colombia Santa Fé de Bogotá, 1994)


viernes, 18 de diciembre de 2015

El Intendente de los Indios Pampas



El Intendente de los indios Pampas

 
Por Eduardo Agüero Mielhuerry


        Santiago Avendaño nació en San Juan el 25 de julio de 1833. Fue hijo de Domingo Avendaño y Felipa Lefevre.
        En medio de un salvaje malón al sur de Santa Fe, el pequeño Santiago de tan solo 7 años de edad fue raptado por la tribu del cacique Painé Gourr (Zorro Celeste).
        En las tolderías quiso el destino que quedara bajo la tutela del indio Caniú, con quien aprendió a la perfección el idioma mapuche y se transformó rápidamente en nexo entre “blancos” y originarios.
A pesar de haberse ganado el aprecio de muchos indios y de jugar un rol importante como “el niño que habla con el papel”, gracias a su capacidad como interlocutor, su afán se centró siempre en reencontrarse con su familia, pero no lo logró.
        En noviembre de 1849, con la ayuda del coronel unitario Manuel Baigorria, conocido como “el cacique blanco” (exiliado entre los indios), emprendió su fuga desesperada, alcanzando tras siete días San Luis y luego la ciudad de Buenos Aires.
        Durante casi dos años permaneció en los cuarteles de Palermo y en 1852, tras la caída del gobernador Juan Manuel de Rosas, fue liberado y designado como Intérprete Oficial del Gobierno Nacional. En su primera misión como lenguaraz integró una comitiva oficial que partió de Buenos Aires hacia las Salinas Grandes para entablar tratativas con el cacique Calfucurá.
        Gracias a sus conocimientos de las costumbres y el idioma aborigen, Avendaño pasó a actuar en acciones de guerra, inclusive como intérprete del coronel Granada, confiriéndosele el grado de subteniente de Guardias Nacionales.

En el Azul…

        En 1857 revistó como traductor de lenguas indígenas y jefe de la compañía de baqueanos de la Primera División (llamada “del Azul”) del Ejército de Operaciones del Sud, que llegó hasta Pigüé.
En 1859, Santiago contrajo matrimonio en la Iglesia de la Merced con la porteña Edelmira Genoveva Montenegro San Martín. La joven, que por entonces contaba con tan solo 15 años, había nacido el 3 de enero de 1844 (bautizada en la Iglesia de la Merced el 1 de mayo del mismo año); era hija de Manuel Montenegro y Teresa San Martín (sobrina del Libertador).
        El matrimonio tuvo al menos cinco hijos: Agustina Edelmira (28 de agosto de 1861), Paula (23 de junio de 1866 – falleció antes de cumplir 1 año), Climaco Santiago (30 de marzo de 1868), Maira Felipa (11 de abril de 1873), y Máxima Matilde (15 de abril de 1870).
        En febrero de 1868, Avendaño volvió al Azul y aceptó el puesto de Alcalde del Cuartel 1°.
 Hacia 1871, el presidente Domingo F. Sarmiento nombró Cipriano Catriel como “Cacique General de las Pampas” teniendo en cuenta el liderazgo que éste desempeñaba y su actitud un tanto proclive a negociar o “arrimarse” a las costumbres de los “blancos”. A su vez, Avendaño, que desde hacía algún tiempo mantenía una estrecha relación comercial con Catriel y su gente, poco más tarde fue nombrado como gestor de intercambios, acuerdos y tratados bajo el título de “Intendente de Indios”.
        En la memorable batalla de San Carlos, acaecida en marzo de 1872, la cual marcaría el final del dominio de Juan Calfucurá, las fuerzas de Cipriano Catriel combatieron en apoyo del ejército comandado por el general Ignacio Rivas. Al ver que sus lanceros actuaban a desgano, Catriel usó a Avendaño como intermediario ante Rivas para que éste le facilite un pelotón para fusilar por la espalda a quienes eran reticentes al combate.
        La victoria ante Calfucurá quedó garantizada así como el odio que algunos catrieleros comenzaban a sentir contra su Cacique.
        A fines de 1874, Bartolomé Mitre fue derrotado en las elecciones presidenciales por Nicolás Avellaneda, pero no aceptó el resultado y se lanzó a la “revolución”.
        Entre los efectivos que respondían a Mitre se encontraba el jefe de Frontera Sud, general Ignacio Rivas, quien se acercó a la vivienda de Avendaño en Azul (esquina Oeste de las actuales Moreno y Belgrano) y le encomendó que convenciera a Catriel para sumarse a la lucha. Avendaño trató de disuadirlo, pero finalmente aceptó y convenció al Cacique para que se involucre. El final estaba escrito…

La muerte de “El Intendente de los Indios Pampas”

        Cipriano Catriel había realizado pactos con las autoridades de Buenos Aires y se había establecido con su gente en la zona del Azul. Siguiendo consejos de los “blancos” combatió contra la Confederación de Tribus que comandaba el araucano Calfucurá y llevó a su pueblo a luchar contra sus hermanos aborígenes.
        Tal vez ingenuamente, poniéndose del lado de su amigo Ignacio Rivas, se había enredado en las luchas políticas apoyando a Bartolomé Mitre y tras ser derrotado éste, el mismo Catriel fue hecho prisionero.
        El Cacique, que estaba a punto de emprender el retorno a sus tierras, fue sorprendido por el arribo del comandante Hilario Lagos (h) al frente de las tropas nacionales. Lagos le mandó parlamento, intimando a Catriel a la rendición, pues su adhesión al movimiento mitrista era intolerable para el gobierno de Nicolás Avellaneda. El capitanejo Moreno, hombre de Juan José Catriel se encargó de transmitir el mensaje de Lagos. El recado era sencillo y en él le prometía que no dañarían a su gente, mas le informaban que su hermano Juan José sería el próximo cacique general. Sin mediar palabra, el “trompa’’ Martín Sosa, hombre de Cipriano, lo degolló a Moreno sin vacilar.
 Al contemplar esta escena la indiada se enardeció y de inmediato se agitó. El capitanejo Peralta se echó sobre Catriel pero un lanzazo del cacique lo dejó tendido, agonizando. Catriel emprendió la retirada hacia un potrero llamado Quentrer, junto a miembros de su familia, acompañado además por varios vecinos de Olavarría y su lenguaraz Avendaño.
       No faltó mucho para que el comandante Lagos se apersonara en las inmediaciones del asentamiento catrielero intimándolos a la deposición de las armas. Así lo hicieron.
El 18 de noviembre, el comandante Hilario Lagos capturó al cacique Cipriano Catriel. El comandante les hizo la falsa promesa a los prisioneros de que nada les iba a pasar...
Llegados al campamento, Catriel, Avendaño y Sosa quedaron presos en cepo de lazo. Así los dejaron día y noche, al sol y bajo la lluvia, miserablemente alimentados. El coronel Julio Campos en nota al ministro de Guerra, dejaba constancia que: “mi opinión es que si Catriel ha de ser juzgado, debe serlo por los mismos indios, pues es práctica que así se haga. Entregándose los criminales a los caciques de la tribu, para que ellos procedan según sus usos”.
        El 25 de noviembre de 1874, los tres fueron entregados a la indiada para ser juzgados. Los salvajes rugían alrededor de sus víctimas, blandían las lanzas, alzaban cuchillos. La punta de una lanza rasgó el pecho de Catriel. Enfurecido, Cipriano rompió sus ataduras, se destapó los ojos que traía vendados con un trapo y le arrancó de las manos la lanza a su agresor. Los salvajes se arremolinaron alrededor de él. A pesar de la furia con la que se defendía, su cuerpo se tiñó de sangre. El combate fue cuerpo a cuerpo, pero la supremacía numérica definió la situación. Un lanzazo por la espalda dejó al joven Cacique sin aliento.
        Catriel cayó al suelo sin soltar la lanza. Avendaño y Sosa ya habían sido ejecutados, empero él no se resignaba a correr la misma suerte. Sin pausa siguió luchando, pero todo fue en vano. Sucesivos lanzazos mutilaron su cuerpo.
        Juan José Catriel bajó de su caballo y avanzó hacia su hermano que se desangraba inerte. Con desdén fijó su vista en su víctima y sin dudarlo, con su largo facón, lo decapitó.
        Los cadáveres fueron arrojados temporalmente en una zanja. Las cabezas de las víctimas primero fueron expuestas como símbolo del nuevo poder que pretendía erigirse y luego fueron arrojadas por la ventana en la casa de Santiago Avendaño en el Azul. Mayúsculo mensaje.

Descansar en Paz

        Un documento de la época reza: “El 26 de mayo (1875), el Cura Vicario de Azul dio licencia para sepultar el cadáver de Santiago Avendaño de 41años, traído de Olavarría, muerto el 25 de noviembre de 1874 como consecuencia de heridas de lanzas inferidas por indios”.



                                       




1 comentario:

  1. Cuanta historia ........felicitaciones Vicente por este importante documento

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