El Intendente de los indios Pampas
Por Eduardo Agüero Mielhuerry
Santiago Avendaño nació en San
Juan el 25 de julio de 1833. Fue hijo de Domingo Avendaño y Felipa Lefevre.
En medio de un salvaje malón al
sur de Santa Fe, el pequeño Santiago de tan solo 7 años de edad fue raptado por
la tribu del cacique Painé Gourr (Zorro Celeste).
En las tolderías quiso el destino
que quedara bajo la tutela del indio Caniú, con quien aprendió a la perfección
el idioma mapuche y se transformó rápidamente en nexo entre “blancos” y
originarios.
A pesar de haberse ganado el
aprecio de muchos indios y de jugar un rol importante como “el niño que habla
con el papel”, gracias a su capacidad como interlocutor, su afán se centró
siempre en reencontrarse con su familia, pero no lo logró.
En noviembre de 1849, con la
ayuda del coronel unitario Manuel Baigorria, conocido como “el cacique blanco”
(exiliado entre los indios), emprendió su fuga desesperada, alcanzando tras
siete días San Luis y luego la ciudad de Buenos Aires.
Durante casi dos años permaneció
en los cuarteles de Palermo y en 1852, tras la caída del gobernador Juan Manuel
de Rosas, fue liberado y designado como Intérprete Oficial del Gobierno
Nacional. En su primera misión como lenguaraz integró una comitiva oficial que
partió de Buenos Aires hacia las Salinas Grandes para entablar tratativas con
el cacique Calfucurá.
Gracias a sus conocimientos de
las costumbres y el idioma aborigen, Avendaño pasó a actuar en acciones de
guerra, inclusive como intérprete del coronel Granada, confiriéndosele el grado
de subteniente de Guardias Nacionales.
En el Azul…
En 1857 revistó como traductor de
lenguas indígenas y jefe de la compañía de baqueanos de la Primera División
(llamada “del Azul”) del Ejército de Operaciones del Sud, que llegó hasta
Pigüé.
En 1859, Santiago contrajo
matrimonio en la Iglesia de la Merced con la porteña Edelmira Genoveva
Montenegro San Martín. La joven, que por entonces contaba con tan solo 15 años,
había nacido el 3 de enero de 1844 (bautizada en la Iglesia de la Merced el 1
de mayo del mismo año); era hija de Manuel Montenegro y Teresa San Martín
(sobrina del Libertador).
El matrimonio tuvo al menos cinco
hijos: Agustina Edelmira (28 de agosto de 1861), Paula (23 de junio de 1866 –
falleció antes de cumplir 1 año), Climaco Santiago (30 de marzo de 1868), Maira
Felipa (11 de abril de 1873), y Máxima Matilde (15 de abril de 1870).
En febrero de 1868, Avendaño
volvió al Azul y aceptó el puesto de Alcalde del Cuartel 1°.
Hacia 1871, el presidente Domingo F. Sarmiento
nombró Cipriano Catriel como “Cacique General de las Pampas” teniendo en cuenta
el liderazgo que éste desempeñaba y su actitud un tanto proclive a negociar o
“arrimarse” a las costumbres de los “blancos”. A su vez, Avendaño, que desde
hacía algún tiempo mantenía una estrecha relación comercial con Catriel y su
gente, poco más tarde fue nombrado como gestor de intercambios, acuerdos y
tratados bajo el título de “Intendente de Indios”.
En la memorable batalla de San
Carlos, acaecida en marzo de 1872, la cual marcaría el final del dominio de
Juan Calfucurá, las fuerzas de Cipriano Catriel combatieron en apoyo del
ejército comandado por el general Ignacio Rivas. Al ver que sus lanceros
actuaban a desgano, Catriel usó a Avendaño como intermediario ante Rivas para
que éste le facilite un pelotón para fusilar por la espalda a quienes eran
reticentes al combate.
La victoria ante Calfucurá quedó
garantizada así como el odio que algunos catrieleros comenzaban a sentir contra
su Cacique.
A fines de 1874, Bartolomé Mitre
fue derrotado en las elecciones presidenciales por Nicolás Avellaneda, pero no
aceptó el resultado y se lanzó a la “revolución”.
Entre los efectivos que
respondían a Mitre se encontraba el jefe de Frontera Sud, general Ignacio
Rivas, quien se acercó a la vivienda de Avendaño en Azul (esquina Oeste de las
actuales Moreno y Belgrano) y le encomendó que convenciera a Catriel para
sumarse a la lucha. Avendaño trató de disuadirlo, pero finalmente aceptó y
convenció al Cacique para que se involucre. El final estaba escrito…
La muerte de “El Intendente de
los Indios Pampas”
Cipriano Catriel había realizado
pactos con las autoridades de Buenos Aires y se había establecido con su gente
en la zona del Azul. Siguiendo consejos de los “blancos” combatió contra la
Confederación de Tribus que comandaba el araucano Calfucurá y llevó a su pueblo
a luchar contra sus hermanos aborígenes.
Tal vez ingenuamente, poniéndose
del lado de su amigo Ignacio Rivas, se había enredado en las luchas políticas
apoyando a Bartolomé Mitre y tras ser derrotado éste, el mismo Catriel fue
hecho prisionero.
El Cacique, que estaba a punto de
emprender el retorno a sus tierras, fue sorprendido por el arribo del
comandante Hilario Lagos (h) al frente de las tropas nacionales. Lagos le mandó
parlamento, intimando a Catriel a la rendición, pues su adhesión al movimiento
mitrista era intolerable para el gobierno de Nicolás Avellaneda. El capitanejo
Moreno, hombre de Juan José Catriel se encargó de transmitir el mensaje de
Lagos. El recado era sencillo y en él le prometía que no dañarían a su gente,
mas le informaban que su hermano Juan José sería el próximo cacique general.
Sin mediar palabra, el “trompa’’ Martín Sosa, hombre de Cipriano, lo degolló a
Moreno sin vacilar.
Al contemplar esta escena la indiada se
enardeció y de inmediato se agitó. El capitanejo Peralta se echó sobre Catriel
pero un lanzazo del cacique lo dejó tendido, agonizando. Catriel emprendió la retirada
hacia un potrero llamado Quentrer, junto a miembros de su familia, acompañado
además por varios vecinos de Olavarría y su lenguaraz Avendaño.
No faltó mucho para que el
comandante Lagos se apersonara en las inmediaciones del asentamiento catrielero
intimándolos a la deposición de las armas. Así lo hicieron.
El 18 de noviembre, el comandante
Hilario Lagos capturó al cacique Cipriano Catriel. El comandante les hizo la
falsa promesa a los prisioneros de que nada les iba a pasar...
Llegados al campamento, Catriel,
Avendaño y Sosa quedaron presos en cepo de lazo. Así los dejaron día y noche,
al sol y bajo la lluvia, miserablemente alimentados. El coronel Julio Campos en
nota al ministro de Guerra, dejaba constancia que: “mi opinión es que si
Catriel ha de ser juzgado, debe serlo por los mismos indios, pues es práctica
que así se haga. Entregándose los criminales a los caciques de la tribu, para
que ellos procedan según sus usos”.
El 25 de noviembre de 1874, los
tres fueron entregados a la indiada para ser juzgados. Los salvajes rugían
alrededor de sus víctimas, blandían las lanzas, alzaban cuchillos. La punta de
una lanza rasgó el pecho de Catriel. Enfurecido, Cipriano rompió sus ataduras,
se destapó los ojos que traía vendados con un trapo y le arrancó de las manos
la lanza a su agresor. Los salvajes se arremolinaron alrededor de él. A pesar
de la furia con la que se defendía, su cuerpo se tiñó de sangre. El combate fue
cuerpo a cuerpo, pero la supremacía numérica definió la situación. Un lanzazo
por la espalda dejó al joven Cacique sin aliento.
Catriel cayó al suelo sin soltar
la lanza. Avendaño y Sosa ya habían sido ejecutados, empero él no se resignaba
a correr la misma suerte. Sin pausa siguió luchando, pero todo fue en vano.
Sucesivos lanzazos mutilaron su cuerpo.
Juan José Catriel bajó de su
caballo y avanzó hacia su hermano que se desangraba inerte. Con desdén fijó su
vista en su víctima y sin dudarlo, con su largo facón, lo decapitó.
Los cadáveres fueron arrojados
temporalmente en una zanja. Las cabezas de las víctimas primero fueron
expuestas como símbolo del nuevo poder que pretendía erigirse y luego fueron
arrojadas por la ventana en la casa de Santiago Avendaño en el Azul. Mayúsculo
mensaje.
Descansar en Paz
Un documento de la época reza:
“El 26 de mayo (1875), el Cura Vicario de Azul dio licencia para sepultar el
cadáver de Santiago Avendaño de 41años, traído de Olavarría, muerto el 25 de
noviembre de 1874 como consecuencia de heridas de lanzas inferidas por indios”.
Cuanta historia ........felicitaciones Vicente por este importante documento
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