Se afinco primeramente en la ciudad de las Flores, a la ciudad de Azul llega sola, y se dedica al trabajo social, con los pobres y los niños, todo su actuación fue como mano derecha de monseñor Canela, su trabajo lo realiza en el hogar Sagrado Corazón t participa en la fundación del Asilo San Antonio.
Había perdido a sus dos hijos muy pequeños y sublimo su pena dedicándose al servicio de los más necesitados
Tres de los grandes Asilos de Azul: el de Niñas, el de Varones y el de Ancianos, no se deben a la magnificencia de ningún poderoso, sino que son obra de la contribución popular recogida puerta a puerta.
En particular, el padre Actis recuerda en su libro la fecunda acción de mujeres como Ursula Vásquez de Zapata, Juana Jones de González y María Gómez de Enciso. Nosotros podríamos agregar también a Ernestina Darhanpé de Malere.
Dice nuestro autor que correponde a la Sra. de Enciso el mérito de haber “enseñado a dar “ a la sociedad azuleña.
El desempeño de esta noble mujer quedó plasmado, en primer lugar, a través del ASILO DE HUERFANAS SAGRADO CORAZON.
Esta institución, que aún hoy funciona, fue fundada el 24 de Mayo de 1896. Su actual edificio de Avda. Perón y Rivadavia se inauguró el 16 de Junio de 1901, bajo la presidencia de la Sra. de Enciso.
Además, nuestra homenajeada condujo la Sociedad “Damas de Caridad del Sagrado Corazón de Jesús” entre 1896 y 1897; y entre 1901 y su fallecimiento, el cual se produjo el 26 de Enero de 1920.
También fue destacada su labor en el ASILO DE HUERFANOS SAN ANTONI0Enrique César Rodríguez
pte de la biblioteca Popular BartolomeJ Ronco
Historias con perfume de mujer
Articulo de Eduardo Aguero Mielhuerry
María Gómez, estoica
Por Eduardo Agüero
Mielhuerry
María Rosalía
Gómez nació el 4 de septiembre de 1867 en Carmen
de Las Flores. Fue bautizada diez días después por el sacerdote
Severino Soria. Sus padres fueron los porteños José María Gómez y Marta
Utrera, quienes se hallaban domiciliados en la vecina ciudad. El
matrimonio tuvo al menos otros cinco hijos: Adolfo Fabio, Juana,
Rosario,
Julia
y Narciso.
Siendo
aún muy jovencita, María conoció en su pueblo natal al que en poco tiempo se
convertiría en su esposo, el porteño José Antonio Enciso, más de diez
años mayor que ella.
Unidos
en sagrado matrimonio se radicaron en Ranchos -actual Partido de General
Paz-, donde se instalaron debido a las ocupaciones comerciales de Antonio.
Apenas pasaron unos meses cuando el hogar se vio bendecido con la llegada de la
niña Delia
Marta que nació el 3 de junio de 1887 y fue bautizada en la Iglesia Nuestra Señora del Pilar de los Ranchos
el 9 de septiembre del mismo año.
Empero
la desgracia inmediatamente opacó toda felicidad. La pequeña enfermó de meningitis
y murió con apenas siete meses de edad, el 3 de enero de 1888. Todo aquello que
supo ser sonrisas y dicha se perdió en el oscuro mundo de la zozobra y el
dolor. La pareja quedó destruida.
Sin
embargo, tal vez las eternas oraciones de María o su inconmensurable
generosidad lograron un nuevo milagro. El 9 de agosto de aquel año que había
empezado fatídicamente, en la Capital Federal, nació Antonio Pastor.
El matrimonio
Enciso-Gómez volvió a radicarse en Ranchos y allí bautizaron al bebé en la Iglesia
local, el 20 de mayo de 1889. La vida parecía encarrilarse nuevamente, pero
vaya uno a saber qué vuelta del destino o qué infame designio hizo que la
muerte volviera a relamerse… El pequeño Antonio Pastor murió repentinamente
sumiéndola en la terrible realidad de haber perdido a sus dos hijos.
Pero los
infortunios no terminarían ahí para María. El 6 de septiembre de 1889, en el
Hotel Universal de la ciudad de Tucumán, José Antonio Enciso, de 34
años, después de un triste accidente doméstico, falleció por gangrena. Antonio
se hallaba en la capital tucumana impulsado por su labor como comerciante. Fue
sepultado en el Cementerio del Oeste de aquella localidad.
Así, con algo
más de veinte años, María Rosalía Gómez de Enciso, en un abrir y cerrar de
ojos, se quedó absolutamente sola. Sólo Dios fue su sostén…
Enseñar a pesar del dolor
Una imprecisa
mañana, María llegó al Azul en tren…
A pesar de que
tenía garantizado un buen “pasar económico”, su inquebrantable decisión de
servir a la comunidad la llevó a convertirse en maestra de la Escuela
Normal. Allí conoció a varios de quienes como ella se convertirían en
destacadas personalidades de la ciudad como los hermanos Darhanpé (José María, Eduardo,
Victoria, Justina y Ernestina), Abelardo Cano, Víctor Nigoul, Luis
Robín, Amelia Elizagaray y Ángela Di Ferrante, entre otros. A
su vez, entabló una estrecha amistad con María del Carmen Ducós, con quien
compartió no sólo la pasión por la docencia, sino también por la caridad y la
beneficencia.
Construyendo un hogar de
amor
El 19 de
marzo de 1890, Monseñor Agustín Boneo realizó su segunda visita
pastoral a Azul. Llegó acompañado del subdirector del Apostolado de la Oración
en el país, presbítero Bartolomé Más. Ambos se reunieron con el padre Luis
María Cambra y las “celadoras” o miembros del Apostolado local: María
Gómez de Enciso, Eufemia Bargas, Filomena O. de Peñalva, María Klein,
Paula Mármol, Rosa R. Silva, Berna Mármol, Justina Leal de Leyría, Felisa
Ballesteros, Juana Ball, Adelina Ballesteros, Ercilia Muñoz, Valentina
Ballesteros, Paula G. de Rodríguez, Rosa Domínguez, Pilar P. de Domínguez,
Virginia Claro, Fortunata Ballesteros, Eduviges Luna, Dorotea Bargas, Juliana
Leal, María Ballesteros.
El “Apostolado
de la Oración” se había fundado en la Iglesia de Azul el 14 de
noviembre de 1886. Su objetivo primordial era promover la fe y el amor al
Divino Corazón de Jesús, a través de la oración, y por otro lado, la
consagración a obras de caridad, principalmente ligadas a los niños huérfanos.
De acuerdo a los
objetivos fijados en los estatutos del Apostolado, formaron la comisión de “Damas
de Caridad del Sagrado Corazón de Jesús”. María Gómez de Enciso,
modestamente, ocupó un lugar como vocal dentro de dicha sociedad.
El 24 de mayo de
1896, las “Damas de Caridad…” fundaron el Asilo de Huérfanas “Sagrado Corazón”,
cuya primera ubicación fue en la esquina de las calles Gral. San Martín y
Rivadavia, propiedad que le alquilaban a Mariano Roldán (dicha vivienda, en
la actualidad, es la que conocemos como “Casa Ronco”).
Después de
algunas mudanzas y de gastar bastante dinero en alquileres, surgió la idea adquirir
un terreno donde edificar una sede propia. Por iniciativa del Padre Manuel
Pujato, en julio de 1899, se le compró a Antonio Lanusse el solar ubicado en la
calle Rivadavia entre Benito Juárez y Av. Tapalqué (es decir, entre las
actuales Gral. Julio Roca y Av. Pte. Gral. Juan D. Perón).
La Piedra
fundamental del Asilo de Huérfanas fue colocada el 8 de diciembre de 1899, día
de la Inmaculada Concepción. Visiblemente emocionada, María Gómez de Enciso fue
una de las madrinas de la ceremonia.
Siguiendo los
planos del Ingeniero Juan Ochoa, la costosa construcción se fue realizando por etapas,
siendo la parte más antigua la que se erigió sobre la calle Rivadavia, que fue
inaugurada el 16 de junio de 1901. Por entonces -desde el 1 de enero de ese año-,
era presidenta de la sociedad de “Damas…” la infatigable y estoica María... La
inauguración fue una verdadera fiesta en la cual se repartieron quinientas
medallas recordatorias.
María condujo la Sociedad “Damas de Caridad del Sagrado
Corazón de Jesús” desde el 1 de enero de 1901 hasta enero de 1920, es decir,
por siete mandatos consecutivos, siempre elegida por unanimidad de los votos de
la Comisión.
Un santo
entre los azuleños
La fría tarde del 13 de Julio de 1903, en el
Ferrocarril Sud, el joven sacerdote César Antonio Cáneva llegó a nuestra
ciudad para hacerse cargo de la parroquia. Todo su capital estaba constituido
por una enorme Fe y una imagen de la Virgen de Luján que trajo bajo el
brazo.
Era un joven nacido en Carlazzo, Italia, el 27 de Marzo de 1874; tras la
muerte de su madre, a temprana edad había llegado con su padre y sus dos
hermanas a la Argentina.
Había iniciado sus estudios y al despertarse su férrea vocación
religiosa, ingresó al Seminario de Buenos Aires. Más tarde, fue ordenado
sacerdote el 21 de diciembre de 1901 en la iglesia de San Ponciano de La Plata,
donde el día de Navidad celebró su primera Misa.
Su tarea en Azul no fue sencilla. En 1900 se había comenzado a construir
un nuevo templo, pero con el correr del tiempo la obra se hallaba paralizada.
El nuevo siglo y el Sacerdote
trajeron cambios muy profundos para la ciudad. Carismático y campechano, Cáneva supo “ganarse” a la
comunidad. Y así, el 7 de octubre de 1906, a tan sólo
tres años de su llegada logró inaugurar el neogótico templo de la Iglesia
Nuestra Señora del Rosario y San Serapio Mártir como supo ser desde antaño.
Sin embargo, a pesar de ser la más conocida, la obra de la actual
Catedral no fue su única preocupación ni su único legado. Y tampoco estuvo
solo. Supo congregar a su alrededor un excelente equipo de personas cuyo
objetivo primordial era asistir a los desamparados. Entre ellos, sin dudas,
sobresalió María Gómez de Enciso, quien formó, junto a muchas otras
mujeres como Ernestina Darhanpé o Justa Gallardo, la “Comisión de Damas” cuyo objetivo principal
era la recaudación de fondos para la construcción del nuevo templo azuleño.
Hermanas Azules
El 17 de octubre
de 1907, llegaron a Azul diecinueve Hermanas de la Congregación de la Inmaculada
Concepción (habían arribado a Buenos Aires a bordo del “Magallan” desde Francia, previa escala
en Lisboa). Fueron recibidas por María Gómez de Enciso, presidenta de las
“Damas…”, y el Padre César Antonio Cáneva. Marie Alphonse Rheit se convirtió en
la primera superiora de la casa y a su vez y desde ese momento, en la primera
superiora provincial de Argentina. También llegaron con ella Sylvie Azais,
Saint Emile, Saint Robert, Francois de Borgia, Marcellin y Clementine, entre
otras.
Las Hermanas Azules, con el
impulso irrefrenable del Padre Cáneva y el apoyo incondicional de María Gómez
de Enciso, lograron inaugurar el 15 de marzo de 1908 el Colegio Inmaculada Concepción. Y así comenzó una tarea mancomunada que se extendió en el tiempo por
más de ochenta y cinco años…
Una nueva y monumental obra
El 17 de marzo de 1904 se reunió
la Comisión Directiva de la “Pía Unión de San Antonio”, la cual
era presidida por la señora Úrsula Vásquez de Zapata. En dicha reunión se hizo
evidente la necesidad de fundar un asilo para niños huérfanos, a imagen y
semejanza del “Sagrado Corazón” dedicado a las niñas.
En 1906 se concretó la compra del
terreno ubicado en la calle Dolores entre Entre Ríos y Córdoba (las actuales
Gral. Francisco Leyría entre Dr. Alfredo Prat e Intendente Dr. Ernesto M.
Malére).
El 2 de junio de 1907 se colocó
la Piedra fundacional, bendecida por el Obispo de La Plata, Monseñor Francisco
Alberti. A pesar de la fría jornada, una nutrida concurrencia acompañó la
ocasión en la que la señora Vásquez de Zapata hizo uso de la palabra. A su
lado, el Padre Cáneva sonreía henchido de emoción frente a la gran obra que
avizoraba en beneficio de la comunidad y los más desprotegidos.
Tras varios contratiempos, el Asilo
de Huérfanos “San Antonio”, fue inaugurado el 1 de octubre de 1911,
bajo la presidencia de María Gómez de Enciso, quien sumó así una obra más al
servicio de los más necesitados y en especial de los niños sin hogar.
El Asilo procuró la educación de
los niños desde una faz práctica, por ejemplo, en su imprenta se confeccionaba “La
Revista”, órgano de difusión de las diversas obras. Éste semanario, que
alcanzó los dos mil ejemplares por número, comenzó a publicarse en abril de
1915 y tuvo una existencia de más de treinta y cinco años. Vale destacar que
todo lo producido por la venta de la misma estaba destinado a los dos Asilos.
Algún
tiempo después, gracias a la contribución de la señora Rufina de Martínez Berdes,
el 5 de noviembre de 1916, se inauguró la iglesia de “San Antonio”.
Desde entonces,
cada día fue convertido en la excusa perfecta para contribuir de una u otra
manera a mejorar el estilo de vida de los jóvenes hospedados en los orfanatos.
Socios bienhechores, rifas, bazares de caridad, conciertos, subvenciones,
legados y donaciones “anónimas” fueron varios de los recursos que ayudaron a
prosperar a los Asilos.
El final de un fructífero
camino…
María fue una
mujer piadosa. Perdió a toda su familia, pero supo recuperarlos en cada sonrisa
que le devolvían aquellos centenares de niños y niñas huérfanos a los que ayudó
denodadamente hasta el límite de sus fuerzas. Todo abandonó en su afanosa lucha
por el bienestar de los desamparados, pero jamás dejó de lado sus nobles
ideales y su profunda fe en Dios…
A causa de una peritonitis, María Rosalía Gómez de Enciso
falleció en su domicilio de la calle Bolívar 575, en Azul, el 26 de
enero de 1920. Tenía cincuenta y dos años de edad y un enorme y bello
rosario de obras dedicadas a la caridad.
Mediante su última voluntad legó todos sus bienes a
obras de beneficencia.
En su sepelio hablaron la maestra María del Carmen Ducós,
el diputado Provincial Dr. Agustín J. Carús y el carismático
Padre César A. Cáneva, con quien había trabajado codo a codo en
beneficio de la comunidad azuleña.
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