César Antonio
Cáneva nació en Carlazzo, Italia, el 27 de
marzo de 1874. Sus padres fueron María Castelli y Pedro Cáneva. Tuvo
dos hermanas: Inocencia y Margarita.
Tras la muerte
de María, dejaron atrás el pueblo natal para radicarse algún tiempo en París.
Finalmente el destino fue Argentina.
Pedro y sus hijos
se instalaron en San Nicolás, en la casa de su cuñado, Antonio Castelli. Casi
de inmediato César comenzó a trabajar como mandadero en el almacén de ramos
generales “
En el Hospital
“San Felipe”, conoció al capellán de dicho instituto, David Cánepa, a quien
frecuentó asiduamente, entablando una estrecha amistad, siendo él uno de sus
principales conductores en el camino de
Inició sus
estudios y al despertarse su férrea vocación religiosa, ingresó al Seminario de
Buenos Aires. Fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1901 en la
iglesia de San Ponciano, de
En la fría
tarde del 13 de Julio de 1903, en un tren del Ferrocarril Sud, llegó a Azul
para hacerse cargo de la parroquia. Todo su capital estaba constituido por una
enorme Fe y una imagen de
Su tarea no
fue sencilla. En 1900 se había comenzado a construir un nuevo templo, pero con
el correr del tiempo la obra estaba paralizada. El flamante Sacerdote se halló
con tremenda dificultad, y otras…
Azul, ciudad de Santos y Masones
En la celebración del Corpus Christi de 1904, el padre
Cáneva manifestó sus intenciones de recorrer
Durante la tarde, unas doscientas personas se congregaron en
La policía tuvo que intervenir y varios de los agresores fueron
aprehendidos. La primera procesión del Corpus por las calles del Azul se
realizó de todas maneras. Al día siguiente, en
Los pendencieros fueron identificados con grupos radicalizados
pertenecientes a
Cáneva se encontró con un Cuadro de Logia rígido, perfectamente
estructurado, conformado por personalidades destacadas de la cultura, la
política y la educación. Muchos guardaban para con el joven Sacerdote y
Por aquél entonces, en el Azul se decía que “los anarquistas y los masones lo tenían marcado”. Tal era la bronca que despertaba la carismática figura del Sacerdote en los
grupos rebeldes de
El nuevo siglo y el nuevo Sacerdote
trajeron cambios muy profundos para Azul, al menos en cuanto a sus creencias.
La historia cambió.
Obras, obras y más obras…
Carismático y
campechano, Cáneva supo ganarse a la comunidad y logró imponerse. Prueba de
ello es la inauguración del templo neogótico (actual Catedral), el 7 de
octubre de 1906, tan solo tres años después de su llegada.
Gracias a sus
denodados esfuerzos, el joven Sacerdote logró que arribaran a nuestra ciudad un
grupo de Hermanas Azules de
Corría el año
1911 cuando una epidemia de viruela flageló a Villa Fidelidad. Junto a
la abnegación y el sacrificio del Dr. Ángel Pintos, el padre Cáneva
recorrió cotidianamente la zona, asistiendo a los desamparados hermanos
aborígenes.
La epidemia
cesó después de un mes, con un saldo de 57 víctimas fatales. Desde aquél
entonces se afirma que Cáneva adquirió la costumbre de fumar toscanos que el
Dr. Pintos le había recomendado para evitar el contagio.
Lamentablemente,
en el mismo año falleció su padre, quien había regresado a la ciudad de Como
(Italia). Poco después, el Sacerdote decidió embarcarse rumbo al “Viejo
Continente” para reencontrarse con su familia.
Merced a los
esfuerzos de Cáneva y a los de
Anticipándose
un grupo de vecinos a las Bodas de Plata sacerdotales de
Cáneva, conformaron una comisión de caballeros -y luego una de damas- con el
fin de organizar los festejos. En un principio el Padre se molestó y pretendió
disuadirlos, sin embargo, atenuando la importancia de las celebraciones que se
realizarían, lograron convencerlo para poder proseguir.
Los actos se
realizaron durante tres días consecutivos y contaron con la asistencia de las
más destacadas personalidades de la ciudad y la zona. Entre los concurrentes se
contaron más de una veintena de sacerdotes de la región y hasta el arzobispo de
Buenos Aires, José Bottaro. La iglesia en su conjunto estuvo de fiesta. Como recuerdo y demostración de afecto, la
comunidad azuleña le obsequió al entrañable padre Cáneva un precioso cáliz.
Un cáliz de gratitud
José M.
Carreras y José María Lier, como miembros de
El cáliz que
le obsequiaron por sus 25 años como Sacerdote dice en su base: “La ciudad del Azul a su dignísimo cura
párroco, don César A. Cáneva, con motivo de sus Bodas de Plata Sacerdotales.
Homenaje de aprecio y respeto. 1901- 25 de diciembre-
La fecha
grabada no es la que se corresponde con el día de la consagración, que fue el
21 de diciembre, sino con el día en que Cáneva celebró su primera Santa Misa.
Vale marcar
como detalle que solo existe un cáliz idéntico que se encuentra en Roma.
El primero…
El 16 de julio de 1926, se procedió a la bendición y
colocación de la piedra fundamental de
De la mano de
Cáneva también nacieron el Asilo de Ancianos (1924) y el Hogar
Buen Pastor (1932). El primero contó durante muchos años con la
paciente conducción de Ernestina Darhanpé de Malére y el
segundo fue fruto de la labor, entre otros, de monseñor Santiago A. Rava.
En 1934 se creó
Hacia los años
’40, Azul mantenía un ritmo interesante de crecimiento. Y esto implicaba la
obligación de cubrir las necesidades espirituales de las amplias barriadas que
se conformaban. Así surgió
El 14 de agosto de
Dicha reproducción fue colocada
–donde se encuentra aún- en el Altar derecho de
Por la huella de San Francisco de Asís
Nuestro
religioso era, ante todo, un hombre con una bondad innata, con una fe
inquebrantable y una vida dedicada a Dios y a su obra. No solo evocaba a los
santos, sino que los seguía en su vicisitud, los admiraba. Su modelo era San
Francisco de Asís, al que consideraba “el Santo entre los Santos”, al que además le dedicara un breve y
humilde, pero no menos valioso ensayo. En su trabajo, ve al Santo como a un
hombre al que “
En su
ensayo, Cáneva sigue apuntando:
“Ningún hombre ha podido realizar en toda su vida la
admirable unión de lo sublime con la sencillez como el angélico San Francisco de
Asís. Si lo considero individualmente descubro un estudio constante,
infatigable, de acercarse por la calma de sus pasiones a los espíritus
elevados; consigue su ideal dominando la carne, privándose de las más puras e
inocentes satisfacciones de los sentidos, pero sin casi advertir el sublime
vínculo de su angélico espíritu y fijar sus miradas en Cristo crucificado. No
encuentra consecuencia más lógica que copiarlo en sí, con la compasión
grandemente sentida con los sufrimientos, no solamente tolerados, sino hasta
anhelados.
San Francisco es hombre de sociedad, siente la suprema
inspiración a las almas deseosas de vida perfecta bajo la más estrecha ley del
Evangelio; multiplica los conventos y a las autoridades de la regla sabe unir
aquellas virtudes sencillas y grandiosas por las cuales sus Hermanos Menores se
acercan al pueblo, entendiendo bien las necesidades… (…).
Esta maravillosa unión en una vida tan bella y fecunda,
nos ofrece tanta materia de alabanza… por la multiplicidad que la hace trepidar
en la elección, porque en San Francisco todo es grande; todo es flor de flores
de las más selectas virtudes. En la vida del hombre hay momentos en los cuales
el entendimiento desconfía de sí mismo, o siente la atracción de elevarse a
profundas meditaciones, huye de lo sublime para contemplar las bellezas de la
sencillez, deja al consorcio de los sabios para entretenerse con los niños y
busca reconfortarse de los corazones inocentes”.
Agregaba
nuestro Sacerdote:
“Hay que resaltar las virtudes simples del pobrecillo de
Asís… su corazón, un corazón humilde y dulce que refleja el corazón de
Jesús. Es el heraldo de la paz…
enamorado de la pobreza, libre de ataduras se acerca al cielo y así practica
Él mismo, abandonándose a transportes de amor recorre los
campos, llama a las criaturas todas del cielo y de la tierra, a cantar el himno
pastoril del divino niño… de las alondras le place el color ceniciento, color
que ha elegido como túnica de sus hermanos, y quiere bien a las tortolitas, símbolo
de las almas castas; tiene en su celda un faisán que lo despierta todas las
mañanas; con él se domestica una ovejita que presenta para todos los oficios
religiosos. Lo acompañan aún las fieras, habla a las golondrinas que lo
escuchan silenciosas… En las vigilias nocturnas contempla las estrellas… (…).
Concluía
Cáneva, que ese hombre que establecía la paz, que hablaba con los seres totales
de la naturaleza, que formó legiones de
bienhechores hermanos, “su alma no
pertenecía solamente a un siglo, sobrevuela por sobre las miserias de la
humanidad y recibe la inspiración profunda de un Santo Pensamiento, que no
pertenece a ningún siglo, pertenece a la eternidad, a la inmutable Verdad...”.
César Antonio Cáneva fue un pastor ejemplar, un hombre
que con sus méritos e incansable labor le dio a Azul lecciones de caridad y
bondad que dejaron una marca que trascendió los tiempos. Puso en práctica todos
los ejemplos que recibiera de su admirado “Pobrecillo
de Asís”.
El final de un fructífero camino…
Su último y
gran logro en nuestra ciudad fue el Seminario Diocesano, inaugurado el 15 de
marzo de 1945.
A finales de
1951, muchos fieles agasajaron a Cáneva al alcanzar sus Bodas de Oro Sacerdotales.
Sin embargo, algo ya no estaba bien en la salud del querido Obispo.
Desde el año
1952 la salud del padre Cáneva comenzó a declinar vertiginosamente. Aquél
hombre inquieto, dinámico y por sobre todo constructor, se vio forzado a
quedarse en reposo “recluido” (como
él afirmaba disgustado) dentro del edificio del Obispado. Peor aún, desde
febrero del año siguiente ya no pudo abandonar la cama.
Con 79 años de
edad, la fría mañana del 25 de mayo de 1953, pasó a la
inmortalidad…
Su testamento
decía: “Declaro que no tengo herederos forzosos ni descendientes. He nacido
pobre y pobre quiero morir. Todo lo que me ha venido de la mano de Dios...ha
sido destinado para el culto...Recomiendo a la caridad de los fieles la última
obra que he podido realizar: el Seminario Diocesano de Azul, en cuya Iglesia
quisiera ser sepultado...”. Y su última voluntad fue cumplida.
Durante tres
días fue velado en
No hay comentarios:
Publicar un comentario